LA ORILLA BLANCA, LA ORILLA NEGRA
Las “programadas” invasiones de Kuwait y
de Irak, junto con la famosa “Primavera Árabe”, inventada por Barack Obama, han
traído, por intereses espurios como siempre, muerte, destrucción y algo mucho
peor: terrorismo islámico por medio mundo. Fanatismo religioso que no respeta
ninguna regla común de las personas. Pero el negocio de las armas -uno de los
más fructíferos, por no decir el que más- tiene que seguir funcionando. Así
pues, si no hay guerra, se inventa;
porque hay que vender armas (los países son los primeros traficantes) y las
grandes potencias tienen que sustituir sus “obsoletos” arsenales en guerras que
poco le afectan para poder seguir fabricando y vendiendo, y para actualizar sus
potenciales con nuevos inventos más sofisticados para matar. Oriente Medio y
gran parte de África matan a sus gente de hambre, pero no les faltan armas a
sus Dictadores para guerrear por dominar la tiranía que los enriquece. Y no
conformes, alimentan fanáticos para que mueran matando en busca del placer
eterno inexistente. Así, han conseguido que las ciudades más pobladas de medio
mundo sufran de sus fanatismos y estén en permanente peligro. Ahora todos son
lamentos y pesares cada vez que el terrorismo islámico golpea; más ningún
mandamás se acuerda ya de que sus egoísmos, sobre todo, económicos son los que
nos han traído esta “peste” tan difícil de erradicar. La irracionalidad que
rodea las contiendas bélicas aún impera sobre la inteligencia, los intereses
sobre la humanidad y la ceguera mental sobre la luz cerebral. De modo que, el
mensaje de “La orilla blanca, la orilla negra” puede ser fácilmente trasladado
al mundo de la política en una época convulsa como la actual, en la que de
nuevo son necesarios los himnos por la paz. Porque, aunque en el mundo
occidental cada vez es más raro un enfrentamiento bélico -o quizás no tanto-,
siguen existiendo orillas blancas y orillas negras.
“Debe hacer un alto mi capitán/sí que
estoy cansado, no puedo más”
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