El vocablo “distopía” no es un vocablo muy usual. Por tanto, para los que resulte un tanto extraño y para que no tengan que recurrir a la molestia de tener que consultar el diccionario, voy a exponer su definición lo más ajustada posible. Según el diccionario de la lengua española (RAE), dice así: “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
Otras
definiciones, dicen que la “distopía” o “antiutopía” es una sociedad ficticia
indeseable en sí misma. El término, que procede del griego, fue creado como
antónimo directo de “utopía” que según Santo Tomás Moro describe un modelo para
una sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.
Pues
bien, las distopías, obviamente, se caracterizan por la deshumanización, los
gobiernos tiránicos, los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive cataclísmico en la
sociedad. Así, las sociedades distópicas aparecen en muchas obras de ficción y
representaciones artísticas, particularmente en historias ambientadas en el
futuro, siendo ejemplos famosos “1984 de George Orwell”, “Un mundo feliz de
Aldous Huxley” y “Fahrenheit 451 de Ray Bradbury”, según explica la wikipedia.
Algunos
autores –siguiendo con la wikipedia- usan el término para referirse a
sociedades existentes, muchas de las cuales son o han sido Estados Totalitarios
o sociedades en un estado avanzado de colapso. De tal modo, se atribuye la
primera utilización del término “distopía” que existe documentada a John Stuart
Mill, en un discurso de una intervención parlamentaria en 1868.
Bien,
ahora que ya tenemos claro lo que significa “distopía”, vamos a ver cómo,
realmente, el neoliberalismo es algo muy parecido –por no decir igual- a un
sistema de sociedades distópicas en muchas de sus facetas.
Pero,
antes de seguir, les ruego no me tomen como un pedagogo (ya hace muchos años
que estudié pedagogía y muy ligeramente por cierto), lo que pasa es que el tema
requiere un “atisbo” de pedagogía para entender –veremos si soy capaz de
conformarlo- lo que muy relativamente quiero en este escrito (que es el de un
escribidor, no lo olviden) que las personas que lo lean puedan concebir
sobradamente lo destructivo y antisocial que ha sido y está siendo el
neoliberalismo para los Estados que lo practican (España incluida) “escondidos”
en el capitalismo opresor y degenerativo. Sirva como ejemplo de capitalismo
opresor y lo otro, cómo en el pueblo americano (USA) –máximo exponente del
neoliberalismo, especialmente durante el gobierno de Trump- aunque sea
“aceptable” lo de que siempre ha habido ricos y pobres, el 1% acumule más
fortuna que el 90% de la población. ¿Alguien me puede explicar si no es eso una
distopía pura y dura de una sociedad, que, para colmo, se tiene por ejemplar
aun admitiendo que hay allí 30 millones de pobres? Bueno…
Para
no desviarme del tema central (“Distopía Neoliberal”), y siguiendo con la ayuda
de la wikipedia, voy a tratar, resumidamente, dos puntos que considero
importantes: “El control social” y “la desinformación”. Dos puntos que ayudan
bastante a que tengamos, en mi modesta opinión (aunque quizás un poco
exagerada), esa “Distopía Neoliberal” del título de este escrito. Y al final
les cuento algo sobre el rampante neoliberalismo para que vean cómo está
presente en las sociedades más avanzadas del planeta la distopía.
Sobre
el “control social”: Señales de advertencia de actividades prohibidas; Un
ejemplo de control social. El control
social es el conjunto de prácticas, actitudes y valores destinados
a mantener el orden establecido en las sociedades. Aunque a veces el control
social se realiza por medios coactivos o violentos, el control social también
incluye formas no específicamente coactivas, como los prejuicios,
los valores y las creencias.
Entre los medios de control
social están las normas
sociales, las instituciones,
la religión,
las leyes,
las jerarquías,
los medios de represión,
el adoctrinamiento (los
medios de comunicación y la propaganda), los comportamientos generalmente
aceptados, y los usos y costumbres (sistema
informal, que puede incluir prejuicios) y leyes (sistema formal, que incluye
sanciones). El control social aparece en todas las sociedades como un medio de
fortalecimiento y supervivencia del grupo y sus normas. Las normas menores y
las leyes son las que conforman los grupos. La implantación de una moral social
(por las influencias sociales que genera) y la crítica liberal como autodefensa
y como interpretación de sucesos e intereses, es el camino hacia el cambio
social. Actúa sobre la desviación social (leyes) y anomia (normas). Como el
control es importante, a su vez tiene que haber control sobre los controladores
con un consenso en la normativa para un equilibrio de poderes y controles, que
no sea represivo en su actitud.
Medios
de control social. Medios informales: Las medidas informales son aquellas que no están
institucionalizadas, como por ejemplo, los medios de comunicación, la educación
o las normas morales, las cuales no tienen una formalización a través de normas
o leyes escritas. Son medios más importantes que los formales porque transmiten
hábitos, normas y valores determinados. Mío: “Los medios de comunicación
españoles (sobre todo, prensa de papel y televisiones) son algo de pura
distopía de la que no se escapan nada más que algunos periódicos digitales, no
les quepa la menor duda”.
Medios formales: Las medidas
formales de control social son las que se implementan a través de
estatutos, leyes y regulaciones contra las conductas no deseadas. Dichas
medidas son respaldadas por el gobierno y otras instituciones por medios
explícitamente coactivos, que van desde las sanciones hasta
el encarcelamiento o el confinamiento. En los Estados de Derecho los
objetivos y mecanismos de control social están recogidos en la legislación
explícita. Para lograr el éxito del control social éste debe ser regulado en
relación de toda la sociedad y deben existir agencias de control social que
puedan ordenarlo, evitando la marginación como fenómeno social, la estabilidad
social se pone en peligro cuando las agencias pierden poder.
Vamos
con el segundo punto: La Desinformación. También llamada manipulación informativa o manipulación mediática, es información
falsa o engañosa que se difunde deliberadamente para engañar. Este es un
subconjunto de la información errónea.
Habitualmente es una de las argucias de la agnotología y
se da en los medios de
comunicación, pero estos no son los únicos medios por
los cuales se puede dar una desinformación. Puede darse en países o sectas religiosas que
tienen lecturas prohibidas,
gobiernos que no aceptan medios de oposición o extranjeros (dictaduras o tiranías),
naciones en guerra que ocultan información. Por parte de la publicidad pública
de un régimen político, generalmente organizada por un spin doctor por medio de
engaño o bulos (en inglés, hoasex), filtraciones interesadas o rumores,
“sondeos”, estadísticas alteradas o estudios científicos presuntamente imparciales, pero pagados por
las empresas o corporaciones económicas interesadas, uso de “globos sonda” o
afirmaciones no autorizadas para inspeccionar los argumentos adversos que pueda
suscitar una medida y anticipar respuestas y
uso de medios no independientes o financiados en parte por quien divulga
la noticia o con periodistas sin contrato fijo y, por tanto, sin opinión, o por
apropiación o manipulación o creencia de supuestos movimientos populares
(astroturfing). Un tipo particular de desinformación es la contra información
estatal.
La
desinformación se sirve de diversos procedimientos retóricos como demonización,
astroturfing, oscurecimiento, esoterismo, presuposición, uso de falacias,
mentira, omisión, sobreinformación, descontextualización, negativismo,
generalización, especificación, analogía, metáfora, eufemismo, desorganización
del contenido, uso del adjetivo disuasivo y del spín semántico, reserva de la
última palabra u ordenación envolvente que ejerce la información preconizada
sobre la opuesta (orden nestoriano). No los vamos a ver uno por uno para no
alargar demasiado el escrito. Pero si quiero, porque me parece muy interesante,
que se vea uno de estos vocablos: El “esoterismo”. Es la tendencia al enigma y
al oscurantismo en la expresión sibilina, ambigua, enredada y cercana a razones
que no atan ni desatan o bernardinas, así
que cualquier interpretación es plausible y por tanto errada. Se suprime
cualquier conclusión lógica y se deja el poder de interpretación en manos de
quien está y las posiciones en que estaban sin iniciar ningún camino y negando
toda posible evolución o pensamiento.
Es
habitual entre los políticos hablar de las reglas del juego, pero nadie dice cuáles son; también se habla
del marco institucional si
bien nadie ha descrito ese marco; tampoco existe quien lleve el árbol
genealógico de las llamadas familias
políticas. Es frecuente el alargamiento de las construcciones verbales
en forma de perífrasis verbales paralizantes
y fatigosas construcciones pasivas analíticas. Se usa además
la hipérbole,
la dilogía o disemia,
la eufonía,
el pleonasmo,
la perífrasis y el énfasis (dar
a entender más de lo que se dice) recurriendo a hiperónimos. En
fin, tocados los puntos, veamos algunos datos que han sido publicados en prensa
(no lo digo yo) que revelan con suficiente claridad que el mundo desarrollado
(la OCDE, fundamentalmente) vive una “Distopía Neoliberal”; que, ni que decir
tiene, utiliza la posverdad o mentira emotiva (un neologismo) para encubrirla
empleando la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos
objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las
creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e
influir en las actitudes sociales.
Para
empezar, un dato simple que utiliza la “Distopía Neoliberal” y que supone que
se ensanche el camino de los poderosos y se estreche el de los menos
favorecidos: “El tipo medio de gravamen del impuesto de sociedades en las
economías más avanzadas del mundo ha pasado del 32% en el año 2000 al 23% en
2018”. Pero, sin engaños, ya nos podríamos dar con un canto en la frente si el
impuesto de sociedades fuera realmente un hecho efectivo del 15%. En España,
según el Erario, la media del impuesto de sociedades no llega al 7%. Se pierden
miles y miles de millones de euros (la Banca no paga nada, cero; y ahora quiere
despedir a costa de morrongo a unos ¡15.000 trabajadores!, es decir, ¡no va
más!) que podrían mejorar ostensiblemente la sanidad, la educación y los
servicios sociales que actualmente están muy cercanos a la distopía. No parece
que hayamos aprendido lo suficiente después de habernos gastado miles de
millones de euros en autopistas, aeropuertos o puertos sin usuarios tan solo
para hacer de oro a las grandes constructoras y a los bancos. España
se sitúa entre los 25 paraísos fiscales corporativos más importantes del mundo.
Sólo es superada por paraísos
fiscales como Islas Vírgenes británicas, Islas Caimán, Luxemburgo, Bermuda,
Países Bajos, Suiza, Hong Kong o Jersey. Y la “Distopía Neoliberal” hace que
tengamos casi doce millones de trabajadores que a pesar de tener trabajo son
pobres, además de un 26% de la población catalogada como de pobreza relativa, y
un 5% (si mal no recuerdo, escribo de memoria) de pobreza extrema en las
famosas “colas del hambre”, siendo una Comunidad Autónoma, Extremadura, no sólo
la campeona del paro (32%, más de 120.000 personas de un millón y algo de
habitantes) sino la “reina” de la pobreza con un ¡46% de sus habitantes!
(¡cerca de la mitad de su población, más de 400.000 personas!), llevando ya más
de 30 años hablándonos del futuro del futuro que no llega nunca nada más que
para la política y los terratenientes que cada día que pasa viven mejor que el
anterior.
Tan claro está esto de la “Distopía
Neoliberal”, que incluso el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, la
OCDE, el G-20, y todos los Organismos Internacionales están pidiendo que se
imponga un impuesto global a las multinacionales para “salvar” al mundo de la
catástrofe que está sufriendo no sólo con la pandemia sino con la pobreza
desmesurada y la riqueza propia de esa “Distopía Neoliberal” Global que no
tiene límite y que, como ya ha señalado algún milmillonario americano, puede
dar lugar a que ocurra eso que se ha dado en llamar “Aporofobia del Capital”,
algo muy peligroso para la integridad personal de los capitalistas del
neoliberalismo: la rebelión de la pobreza; pues el hambre es más que peligrosa,
temeraria, irascible y puede llegar a ser turbulenta. ¡Cuidado, pues!
Un breve recorrido por la pobreza en
el mundo causada –es una opinión- por la “Distopía Neoliberal”, sin pedir la
utopía social, pues eso es prácticamente imposible, y finalizo: Pese a los avances materiales cosechados por la
humanidad en los últimos setenta años, un buen pedazo de la población mundial
sigue sufriendo condiciones paupérrimas. Alrededor del 9% de las personas de la
Tierra viven bajo el umbral de la pobreza
extrema. Su capacidad adquisitiva está por debajo de
los 1,9 dólares al día. Y según diversas estimaciones, el coronavirus podría
empujar a la pobreza a entre 60 millones y 100 millones más de personas en todo
el mundo.
Llevábamos tres décadas erradicando la pobreza mundial (un índice de la
distopía del neoliberalismo), pero el coronavirus va a cambiar eso con
total seguridad, y lo que eras un
progreso se va a convertir en un claro retroceso. Gran parte de África sigue
atascada en un desarrollo muy limitado. Pese a que la pobreza extrema ha
dejado de ser la norma en los países del sudeste asiático, en China y en la
India, además de en el resto de continentes, en África la historia es distinta.
Hay más personas viviendo en mejores condiciones que hace algunas décadas, pero
su número de habitantes incapaces de superar el umbral de los 1,9 dólares sigue
siendo altísimo. Y si bien
la pobreza sigue bajando, el descenso se ha frenado, algo que afecta directamente a
millones de africanos.
El gráfico
de HowMuch, la publicación dedicada a visualizar la escala de los fenómenos
económicos y financieros del planeta, nos aporta datos en casos muy
sorprendentes. En materia porcentual, ningún país tiene a más personas en la
miseria más absoluta como Corea
del Norte: lidera la escueta categoría de los países donde más del 70%
de la población no supera el umbral mínimo. Le siguen de cerca otros
sospechosos habituales, tales como Somalia, el estado-fallido por excelencia,
Burundi y la República Centroafricana, dos de los países más disfuncionales del
planeta. El caso más dramático es el de la República Democrática del Congo. Es
una de las naciones africanas más pobladas, y lleva más de treinta años sumida
en una calamitosa guerra civil (con brotes esporádicos de ébola y otras epidemias). Según el
Banco Mundial entre el 68% de su población vive en la pobreza más extrema, lo
que combinado a su importancia demográfica resulta en 58 millones de personas.
Yemen (18,4 millones), Madagascar (18,3 millones), Mozambique (15,3 millones) y
Malawi (12,2 millones) le siguen en esta categoría. Son los únicos países donde
aún hay más personas por debajo que por encima de la pobreza extrema. Ya me
contarán si esto no es distopía producto del neoliberalismo mundial.
Nigeria, con
62 millones de personas por debajo del umbral, es otro de los casos más graves:
entre el 30% y el 40% de
su población sigue siendo extremadamente pobre. A su mismo nivel están Tanzania
(18 millones), Uganda (15 millones) o Afganistán (14,2 millones), uno de los
pocos casos asiáticos en porcentajes tan elevados. Entre el 10% y el 20%
aparecen otros casos llamativos, como Etiopía o Sudáfrica (tradicionalmente dos
países por encima de la media africana en desarrollo), Venezuela (4,6 millones,
primer latinoamericano), Camboya (2,3 millones), Honduras (1,4 millones) o
pequeñas naciones pacíficas como Vanuatu o Kiribati.
Entre el 5%
y el 10% se acaba el predominio de África. Indonesia (14,8 millones), Bangladesh
(12,4 millones), Uzbekistán (2,6 millones) o Bolivia (640.000 personas). Y
entre el 1% y el 5%, pesos pesados de la economía mundial del futuro: Brasil
(9,6 millones), Filipinas (5,2 millones), México (3,1 millones), Colombia (2
millones), Vietnam (1,4 millones) o Egipto (1,1 millones). Se cuelan por aquí
los primeros casos europeos. El más sangrante es el de Italia (787.000
personas), junto a Rumanía (683.000 personas), Georgia (122.000 personas) o
Grecia (116.000 personas). Mención última merecen China, Estados Unidos y España. Su porcentaje de población bajo el
umbral de la pobreza extrema se ubica entre el 0,5% y el 1%, con bolsas de
entre 9,5 millones, 3,2 millones y 351.000
personas. Contrasta con las cifras más positivas de los principales
países desarrollados. Entre el 0% y el 0,1%, números marginales para Alemania
(28.000 personas), Países Bajos (12.000 personas) o Francia (menos de 1.000
personas).
Hay muchas
otras formas de medir la pobreza. Y en todas ellas, las cifras y la escala del
problema puede variar. El gráfico tan sólo se fija en los más vulnerables de la
humanidad. Y siguen siendo demasiados.
Acabo con
una simple pregunta: ¿Si el Neoliberalismo no fuera tan opresor y tan avaro,
tan inhumano y tan expoliador, habría naciones como las señaladas que,
prácticamente viven eso que servidor ha llamado “Distopía Neoliberal”? No,
seguro que no.
P.D.: Dos
ejemplos de la “Distopía Neoliberal”: a) “La pandemia, el Covid-19, ha
aparecido por la mercadería de carne sin las mínimas garantías sanitarias en
las calles de países, preferentemente, de Asia y de África, producto de la
Distopía en que se hayan inmersas esas naciones”; y b) Obviamente, la
corrupción política de casi todos los países del mundo (es raro el que se
escapa, tenga el régimen que tenga), junto a las guerras inventadas para mantener
el negocio del tráfico de armas y el narcotráfico, está dando lugar a que haya
más migraciones y más desigualdades sociales de las habituales por culpa de la
“Distopía Neoliberal” que ha llevado a muchos Estados a los cataclismos propios
de ese medio de destrucción de sus economías y sus medios de vida. Y ya sí, una
“Distopía casera” y final: “Lo del Banco de Santander con la compra del Banco
Popular por ¡un euro! que ha arruinado a más de un millón de personas que han
perdido sus acciones y el expolio de las hipotecas (la mayoría con todas las
cláusulas abusivas que existen) de todos los que las tenían en ese Banco (por
valor de muchos miles de millones de euros)
que ahora hay que abonar al Santander, ¿es o no es una Distopía para los
clientes del Popular del Neoliberalismo opresor? Y, con la Justicia,
presuntamente, siempre a favor, no es la primera vez que llevan a cabo
semejante desvalijamiento a miles y miles de personas permaneciendo siempre
inmunes.