¿POLÍTICOS O FARAONES?
He ahí la gran duda. Pues, con las innumerables
obras faraónicas que, innecesariamente, han llevado a cabo nuestros políticos
para fomentar la corrupción y beneficiarse
de ellas, uno ya no sabe a qué carta quedarse al calificarlos. Con la
llegada de la Democracia, han surgido en España más “faraones”, y alguna que
otra “Cleopatra”, que pudo haber en Egipto en miles de años hasta la conquista
del país por los persas. No hay, supuestamente, ni un solo Alto Cargo -y menos
Alto- que no haya ordenado alguna obra faraónica -imagínense para qué- sin que
fuera necesaria en absoluto: Autovías
por donde apenas circulan coches, aeropuertos sin aviones, trenes de
lujo que van a gran velocidad en los que no viaja casi nadie (con la excepción
de Extremadura, en la que no es que no haya de éstos, sino que los que hay son
los que cuando servidor era joven se llamaban “mata gallina” y sus sillones
eran de madera como los bancos de cualquier parque, y que siguen circulando por
las vías que mandó construir el General Luxán hace más de 200 años… a cuarenta
por hora, obviamente), un sinfín de palacios de congresos con costos de cientos
de miles de euros sólo en sus mantenimientos, escuelas para cientos de alumnos
en Aldeas donde sólo hay ocho o diez niños, universidades con más profesores
que alumnos en algunas carreras (ninguna entre las 200 mejores del mundo), puentes,
presas, las mil y una “casas de la incultura” (sobre todo en Extremadura y
Andalucía para el fomento del clientelismo) y cientos y cientos de obras,
reitero, faraónicas que enumerarlas llenarían no sólo un periódico sino todos
los que se editan cada día. Sólo un dato: Alemania tiene menos kilómetros para
trenes de alta velocidad que España (Extremadura no cuenta, aquí es como si viajarán
todavía Pizarro y Hernán Cortés).
Mas, no conforme con lo dicho, en esta nuestra amada
patria había que dar chance, para su previsible enriquecimiento, que también
tienen su derecho, a los políticos de las poblaciones con menos de diez mil
habitantes; y, para ello, no se han dejado de construir otra serie de obras
menos “faraónicas” que, sin necesidad de aprobación por un simple Pleno del
Ayuntamiento, han llenado sus bolsillos de presuntas “mordidas” con las que éstos
han pasado, en un plis plas, de ser parásitos a ser señores de sus pequeños
feudos con las mil y una martingala adherida y sueldos escandalosos.
Todos estos gastos superfluos, añadidos los de los
defraudadores de los grandes lobbies de presión (inmobiliarias, bancos,
eléctricas…), han dado lugar a que nuestro “contrato Social” con el Estado no
sea el que corresponde a la ciudadanía de una nación progresista; con el “valor
añadido”, mediante un vil engaño, de una
crisis que sólo ha sido del sector financiero y debida a los muchos abusos de
sus ejecutivos, mandamases y, en parte, grandes accionistas. Lograr un gran
retroceso, una escapatoria, era el objetivo (no conviene que la gente tenga
demasiado). Y lo han conseguido… ¡Vaya si lo han alcanzado! Echen un vistazo a la
situación jurídica en que se encuentran los grandes partidos y la mayor parte
de sus dirigentes, aun a pesar de los pesares, y luego hablamos.
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