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miércoles, 25 de julio de 2018

25/07/18 - ¿QUÉ ES ESO DE LA POSVERDAD?


¿QUÉ ES ESO DE LA POSVERDAD?

 De tanto machaqueo con el Brexit, Trump, Colombia, el VAR del futbol, y no sé cuantas cosas más relacionadas con las que no acabaríamos nunca, me interesé por saber algo más sobre la Posverdad o, dicho en inglés para que la incurtura (cultura de los leños cubre caciques) no me regañe, Post-Truth. Es curioso, pero somos el único país que más desprecia su lengua gracias a nuestros políticos regionales y a su manera bochornosa de camuflar en inglés cualquier payasada que se inventan para entretener a la concurrencia (o clientelismo, o afines) y de paso, si a mano cae, darle un “pellizco” a los fondos públicos producto de la asfixia impositiva.  

La RAE define Posverdad como: "Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". El filósofo y comunicólogo Fernando Buen Abad explica que con la Posverdad ya no habría rumores falsos, todo es verdadero mientras sirva para obturar la realidad. El debate sobre la Posverdad se centra en la utilización de las redes sociales por especialistas en publicidad, comunicación social y psicología para manipular la opinión pública. Oxford lo define como un fenómeno que se produce cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales". Ahora, a la popularización de Posverdad se le ha unido “hechos alternativos” (en inglés facts). Mentiras, vamos. Pero con un matiz: los hechos alternativos, a diferencia de las mentiras en general, tienen detrás un potente aparato mediático y propagandístico que los respalda y que hará todo lo posible por hacer que esas falsedades parezcan explicar la realidad o, al menos, que no parezcan mentiras. Claro que, los hechos alternativos, sabido es, son una constante en política. Caso, por ejemplo, de las afirmaciones del gobierno español de que las pensiones están garantizadas cuando los indicadores que cruzan demografía con datos socioeconómicos dicen lo contario. El problema pues, no radica en que la verdad sea lo opuesto a la mentira, sino en que la opinión es elevada a la categoría de verdad. Y, obvio, a pesar de toda la información disponible, cada vez es más difícil conocer que es verdadero o falso. De tal modo que la intrusión política, mediática y social de conceptos como Posverdad, noticias falsas (que no se olvide, en inglés, fake news) y desinformación ha alcanzado a todo el mundo.

De manera que, la falsedad y, sobre todo, la propaganda -mentira organizada en la esfera pública- siempre han formado parte de la política para conseguir algún tipo de ventaja sobre el adversario. En cada época se ha utilizado la tecnología existente para difundir falsedades, desde la imprenta, el telégrafo, la radio, la aviación y el cine, hasta Internet.

Y, por supuesto, como no podía ser de otra forma, para todo lo dicho hacen falta esos personajes que son denominados “factofóbicos” (gárrulos que improvisan y te discuten ninguneando los datos duros), caso del Presidente Trump como máximo ejemplo; aunque ya me dirán Vds. si la mayoría de los Presidentes de cualquier país no lo son y, en grado superlativo, algunos de los que hemos tenido los españoles desde que se inició el nuevo régimen democrático…, que dicen ellos.

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