¿QUÉ ES ESO DE LA
POSVERDAD?
La RAE
define Posverdad como: "Distorsión deliberada de una realidad, que
manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en
actitudes sociales". El
filósofo y comunicólogo Fernando Buen Abad explica que con la Posverdad ya no habría rumores
falsos, todo es verdadero mientras sirva para obturar la realidad. El debate
sobre la Posverdad se centra en la utilización de las redes sociales
por especialistas en publicidad, comunicación social y psicología para manipular
la opinión pública. Oxford lo define como un fenómeno que se produce cuando
"los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión
pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales". Ahora, a la
popularización de Posverdad se le ha unido “hechos alternativos” (en inglés
facts). Mentiras, vamos. Pero con un matiz: los hechos alternativos, a
diferencia de las mentiras en general, tienen detrás un potente aparato
mediático y propagandístico que los respalda y que hará todo lo posible
por hacer que esas falsedades parezcan explicar la realidad o, al menos, que no
parezcan mentiras. Claro que, los hechos alternativos, sabido es, son una
constante en política. Caso, por ejemplo, de las afirmaciones del gobierno
español de que las pensiones están garantizadas cuando los indicadores que
cruzan demografía con datos socioeconómicos dicen lo contario. El problema
pues, no radica en que la verdad sea lo opuesto a la mentira, sino en que la
opinión es elevada a la categoría de verdad. Y, obvio, a pesar de toda la
información disponible, cada vez es más difícil conocer que es verdadero o
falso. De tal modo que la intrusión política, mediática y social de conceptos
como Posverdad, noticias falsas (que no se olvide, en inglés, fake news) y
desinformación ha alcanzado a todo el mundo.
De manera que, la falsedad y, sobre todo, la
propaganda -mentira organizada en la esfera pública- siempre han formado parte
de la política para conseguir algún tipo de ventaja sobre el adversario. En
cada época se ha utilizado la tecnología existente para difundir falsedades,
desde la imprenta, el telégrafo, la radio, la aviación y el cine, hasta
Internet.
Y, por
supuesto, como no podía ser de otra forma, para todo lo dicho hacen falta esos
personajes que son denominados “factofóbicos” (gárrulos que improvisan y te
discuten ninguneando los datos duros), caso del Presidente Trump como máximo
ejemplo; aunque ya me dirán Vds. si la mayoría de los Presidentes de cualquier
país no lo son y, en grado superlativo, algunos de los que hemos tenido los
españoles desde que se inició el nuevo régimen democrático…, que dicen ellos.
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