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lunes, 15 de abril de 2019

15/04/19 - OTRA PENA MÁS: LA DEPENDENCIA


OTRA PENA MÁS: LA DEPENDENCIA.

Los jóvenes, cuando menos, los que ya han superado la barrera de los 40 años, deberían hacerlo, pero lo cierto es que hasta que no se llega a algo después de la jubilación no nos preocupamos por la Dependencia. Y es algo que, de una manera u otra, nos atañe a todos. Si no es a uno mismo, seguro, lo será a algún familiar, y entonces surgirán los llantos. Por eso quiero que se sepa, ahora que hay Elecciones, cómo está el tema en nuestro país. Por cierto, calamitosamente, en mi opinión.

Dijo Agatón que ni siquiera Dios puede cambiar el pasado. Cierto. Pero la Justicia si puede cambiar el presente de los que dieron lugar al pasado; aunque también es cierto que “el aumento del nivel del mal no se mide”, no está en ninguna estadística. Así pues, ya me contarán que hay que hacer con los que han dado lugar a los datos que les voy a dar a continuación sobre la Dependencia, sobre la mal aplicada, “Ley de la Dependencia”. Escalofriantes. Los peores de los 36 países de la OCDE (los más desarrollados): “Más de 100 dependientes reconocidos mueren al día sin llegar a recibir ninguna ayuda”; “fueron 38.000 durante el año 2017 y formaban parte de las listas de espera en las que hay más de ¡310.120 personas! con el derecho reconocido a la ayuda, según el XVIII dictamen del Observatorio Estatal de la Dependencia, que también recoge que otras 120.000 están pendientes de valoración, y todo ello con el despropósito de que el Gobierno deja de gastar 44 millones de euros en Dependencia a pesar de esas listas de espera”; “cada 15 minutos muere una persona de la que la Administración no se ha ocupado, mientras los recortes en el sistema se acumulan y suponen ya un quebranto de ¡2.700 millones de euros! a las arcas de las CCAA, a los que hay que añadir otros ¡1.895 millones de euros! que el Estado  se ha ahorrado al suprimir las cotizaciones a la seguridad social de las cuidadoras familiares entre los ejercicios de 2013 y 2017”; “En el año 2017 había en España ¡1.264.951 personas! en situación de Dependencia, la mayoría (65%) mujeres”; “la desidia y la impericia de los Gobiernos Autonómicos ha empeorado en el último año, donde, como no podía ser de otra forma, Extremadura está entre los primeros con el 27,2 % de personas con Dependencia reconocida que no reciben atención, aunque la palma se la llevan los catalanes que tanto presumen de derechos y servicios (37,1%), por delante de Andalucía (otro de los campeones con el 31,8%)”.

En fin, del gasto público directo en Dependencia en 2018, la Administración General del Estado soportó el 20% y las CCAA el 80% restante, lejos de lo que marcó la Ley de Dependencia que era del 50% cada Administración. Además el Gobierno sigue incumpliendo la Disposición Final séptima de la Ley 36/2011, de 10 de octubre, reguladora de la jurisdicción social, imposibilitando que los asuntos judicializados en materia de Dependencia pasen al orden de lo Social. Las personas dependientes y de sus familias se ven abocadas a reclamar sus derechos en la jurisdicción Contencioso-Administrativa, lentos, costosos, farragosos y nada garantistas.

Me pregunto si alguno de los partidos que se presentan a las próximas Elecciones Generales ha dicho hasta ahora algo relacionado con el tema, aún a pesar de que las personas dependientes son en su mayoría mayores y, como es bien sabido, los mayores votan todos. ¿Seguirán sin importarles la pena? Me da que…

miércoles, 10 de abril de 2019

10/04/19 - DESIGUALDAD SOCIAL


DESIGUALDAD SOCIAL

Según el amplio informe de un periodista de gran prestigio, “la sociedad española camina hacia una sociedad de castas”. La igualdad de oportunidades se queda en papel mojado. El mundo es injusto y desigual. En España más que en muchos otros lugares. La inequidad reina como en pocos sitios. Cualquier español que nazca en una familia con bajos ingresos tarda cuatro generaciones (120 años) en conseguir un nivel de renta medio. El origen familiar condiciona cada vez más el nivel de ingresos. Tener un buen origen familiar en términos educativos y económicos es casi una garantía de disfrutar de una mejor perspectiva laboral. La Gran Recesión demostró el axioma El azar del nacimiento sentencia a millones de españoles de clase trabajadora a empleos precarios, peor pagados y con menos prestaciones sociales. En una economía de baja movilidad, no sólo estamos pagando demasiado por la mano de obra de un grupo de privilegiados, sino que tratamos de prosperar con trabajadores menos cualificados. En España la movilidad dentro de una misma generación es un ascensor parado. Un trabajador puede desarrollar toda su vida laboral sin saltar al siguiente peldaño. El 66% de los españoles, según la OCDE, dentro del quintil más bajo (el 20% más pobre) de la escala de ingresos, se quedará ahí, estancado. Un abismo, pues la media en los países más ricos es del 57%. El problema no es que el ascensor no funcione, sino que la desigualdad en la renta ha aumentado. Lo preocupante de una elevada inequidad es que fragmenta la sociedad y provoca un fenómeno de polarización, o sea, prende el populismo. La reducción en España de la inequidad, en las capas más bajas de la sociedad, ha tenido un frenazo desproporcionado. Ahora los trabajadores menos cualificados reducen su jornada, merman sus ingresos, y esto afecta a la educación de sus hijos. En España, los más débiles se adhieren a la precariedad, los ricos se adhieren a la abundancia. No existen recetas milagrosas para acelerar el ascensor social. Los economistas proponen reforzar el apoyo a los parados, subir salarios, incrementar la productividad y mejorar el PIB. Pero esta idea consume en España un tiempo de generaciones, la política no está por la labor. Los ricos siempre ganan. Cada vez hay más gente acaudalada en el mundo y cada vez sus cuentas corrientes son más generosas. En 2018, había en el planeta 42,2 millones de personas con activos financieros valorados en un millón de dólares o más. Se trata de 2,3 millones de personas más que en 2017, según el último Informe de la riqueza mundial, elaborado por Credit Suisse. Además, todas estas fortunas suman un patrimonio de 317 billones de dólares, el equivalente a más de 300 veces el PIB de España. EE UU lidera la clasificación de riqueza, con el 41% de todos los millonarios. Sin embargo, es China donde más rápido está creciendo este colectivo. El pasado año, añadió a su lista 186.000 nuevos millonarios. Estas mareantes cifras contrastan con el hecho de que el 64% de la población adulta mundial vive con un patrimonio inferior a los 10.000 dólares. Una urgencia en un planeta donde las 26 personas más ricas acumulan tanto como los 3.800 millones de pobres. La fractura entre ricos y pobres tiene efectos dañinos en la salud, la expectativa de vida y los valores básicos humanos. Richard Wilkinson —uno de los grandes expertos mundiales en desigualdad— ha demostrado que las sociedades más igualitarias son más felices y sanas. Ha demostrado que la desigualdad afecta a la salud mental, la mortalidad infantil, los homicidios y la esperanza de vida.

Para acabar: España es una tierra de puertas giratorias, con familias enriquecidas durante el franquismo a golpe de imprenta del  Boletín Oficial del Estado (BOE), y en la que el mejor “LinkedIn” todavía son las relaciones familiares. La heráldica de quienes ocupan el poder político, financiero o empresarial, recuerda a la vivida hace más de 40 años. Familias como los Cortina, Carceller, Gay de Montellà, Lara Bosch, Samaranch, Suqué-Mateu (Grupo Peralada), Vilarasau, March o Abelló traen ese murmullo. Si viajamos al presente, la Bolsa y sus aledaños, parecen el patio de recreo, entre otros, de los Durella, Villar-Mir, Del Pino, Grifols, Ortega, Andic, Entrecanales, Escarrer, Lladó. Y en una época que reivindica una política nueva, durante años, España no ha dejado de escuchar apellidos (Cabanillas, Ruiz-Gallardón, Fernández-Miranda, Arias-Salgado, Dancausa, Trillo-Figueroa, Rato, Posada) que ya eran relevantes en la dictadura. Los muertos, diría el filósofo Auguste Comte, todavía gobiernan a los vivos. “El nepotismo y la ausencia de meritocracia tienen repercusiones directas sobre la productividad y el crecimiento potencial, y es uno de los retos de las empresas españolas y también de la universidad y la política”, reflexiona el economista José Carlos Diez.

Y ahora que hay elecciones, que cara más dura tienen estos políticos. Los que en más de 40 años no han sido capaces -o no han querido, que es más creíble- cambiar nada de nada, nos hablan de derechos sociales, de progreso, de bienestar, de empleo, de dignidad, etc., ¡como si fueran demócratas! Y, salvo raras excepciones, son cuatro aprovechados vividores.

 

martes, 2 de abril de 2019

02/04/19 - LA ESPAÑA QUE QUEREMOS


LA ESPAÑA QUE QUEREMOS

La España que quieren estos falsos socialdemócratas es, sencillamente, esta: La que protege a sus familiares y a sus amigos y la que fomenta el clientelismo como medio sibilino para seguir gobernando y “poniéndose las botas” a cuenta de cuatro pobres que poco pueden hacer ante las pillerías permitida a banqueros y grandes empresarios siempre favorecidos con las ignominiosas reformas laborales y la falta de  leyes que les impida sablearnos de la manera tan fácil como lo hacen. La España que quieren estos, reitero, falsos socialdemócratas, es la España de tambores y panderetas, futbol, toros y faranduleo al por mayor como es propio de la derecha más recalcitrante y más involucionista del corte del PP y de Vox. A ellos, como a los otros, el progresismo de la población no les interesa para nada, sólo les interesa el suyo y el de los suyos: hacerse ricos (en aumento cada día en España) y que los pobres (también en aumento desmesurado, ya rondamos el 40% de la población, con nada menos que ¡2,6 millones de niños! en riesgo de pobreza) se las apañen como puedan, incluso teniendo trabajo. Casi un millón de hogares sin ningunos ingresos dice claramente la España que tenemos y la que esos envilecidos quieren seguir teniendo para su exclusiva servidumbre. 

Ni he leído, ni lo haré antes de votar, el programa de ningún partido político. No hay nada más claro que todo lo que expresen esas gacetillas luego servirá de muy poco, por no decir de nada. España es una desvergüenza democrática y lo seguirá siendo, salvo que alguno de los partidos progresistas (Podemos y, si se regenera un poco, Ciudadanos) tengan un alto porcentaje de votos en las próximas Elecciones. Cosa, por otra parte, poco probable teniendo en cuenta el clientelismo que en cuarenta años han conseguido acumular tanto el PSOE como el PP; sumado, desvergonzadamente, a esa Ley de D´Hont que los protege descaradamente Pero en fin…

La España que queremos todos los españoles, con la única excepción de los casi ¡500.000 políticos! que se están mamando poco a poco el Estado, es una España donde los poderes económicos (no representativos) no se impongan –como han hecho hasta ahora- a los poderes políticos (representativos) derrotándolos una y otra vez, en mi opinión, consentidamente, y donde la Sanidad (sin externalizar), la Educción (sin subvencionar la privada), la Justicia (sin mantener convenios con el Centro de Estudios de la patronal bancaria, que lo dice todo), y los Servicios Sociales dependan única y exclusivamente del Estado Central (la Justicia, por supuesto, independiente de cualquier poder político). Donde no se acumulen cerca de un millón de personas (sólo en Andalucía más de ¡500.000!, y en la Extremadura despoblada, más de ¡100.000! personas en las listas de espera para una intervención quirúrgica). Una España sin Autonomías (y nos ahorramos el vodevil de Cataluña), para que no se den esas duplicidades de Organismos Públicos y esas incontables Empresas Públicas que sólo en Andalucía cuestan al año la friolera de ¡13.500 millones de euros!, con el único fin de mantener el ya dicho clientelismo y los bolsillos de políticos y sindicalistas llenos para que sus niños puedan estudiar en el extranjero como los hijos de los Emires. Una España donde las Empresas de Servicios (Gas, Electricidad, Combustibles, Telecomunicaciones, etc.) estén bajo control Estatal para que no puedan llevar a cabo el expolio que todo el mundo conoce, ya que, todos los servicios son los más caros de Europa (las Eléctricas ganan 10.000 euros por minuto) a pesar de ser nuestros salarios los más bajos. Una España donde el IRPF sea progresivo y no regresivo como es ahora, y donde las rentas del 96% de los declarantes no sea de los que ingresan menos de 60.000 € y de ellos el 85% menos de 30.000 €; por descontado sin las conocidas bonificaciones por planes de pensiones, letras del tesoro, etc. que sólo los que ganan más de 30.000 € pueden adquirir. De modo que nadie hable de que la política va contra las clases medias, porque el llanto por la subida fiscal es cliché ideológico, oportunismo político o simple hipocresía, lo que más les guste.

Por último, ni que decir tiene, que la España que queremos no es esa que despilfarra cada año más de ¡50.000 millones de euros!, ni la que nos birla otros más de ¡50.000 millones! en concepto de corrupción política y “perdona” al Ibex nada menos que ¡90.000 millones de euros! en impuestos que no pagan. Amén de dar por perdidos otros ¡60.000 millones de euros! que prestamos todos los españoles a Cajas de Ahorro y Bancos rescatados. Y claro, por no explayarme demasiado, una España que no se gaste al año ¡1.901 millones de euros! en mantener los ¡39.600 vehículos! oficiales que se utilizan, según parece, más que los todopoderosos Estados Unidos de América.