JUSTICIA
FISCAL
Una cosa está muy
clara: Cuando pase definitivamente la pandemia del Covid-19, nos vamos a encontrar,
de nuevo, con otra Gran Depresión. En este caso mucho más fuerte que la del
2008, en la que a los españoles -no a todos, obviamente- nos costó “rescatar”
parte de la Banca con unos ¡cien mil millones de euros!, sino más, que nunca
nos van a devolver por mucho que insistan los de Podemos con Pablo Iglesias
(actual vicepresidente del gobierno) a la cabeza. La Banca jamás devuelve nada,
lo hemos comprobado no hace mucho con el impuesto de AJD y TP y lo volveremos a
experimentar con el IRPH de las hipotecas (y a ver si por lo menos lo anulan,
que por lo que parece, según lo aparecido en prensa, no va a ocurrir sin
juzgados al medio), pues la justicia española, descaradamente, la protege, de
eso no creo que tenga nadie duda; y la otra justicia de más arriba, la de la
UE, hace casi lo mismo (como se ha podido comprobar, precisamente, con el IRPH),
aunque con un poco de decoro -la corbata bien ajustada al cuello de la camisa- que
es lo menos que se les puede pedir. En resumidas cuentas, está muy claro:
Bilderberg (al que por supuesto pertenece la Sra. Botín “jefa” del Estado
español en la sombra, imagínense…) está detrás del mundo económico y financiero
-también de la UE- y con eso está todo dicho. Ni el gobierno, por muy
progresista que se crea, ni Pablo Iglesias, ni San Pedro y San Pablo que
volvieran, van a conseguir que la Banca no sea el principal problema con el que
se enfrenta el mundo civilizado y, muy especialmente, las clases trabajadoras y
las clases populares. El 99,3% de la Deuda Pública (según las escasas
publicaciones de que disponemos, pues el dato no conviene que se sepa) del
mundo la tienen ellos, y eso supone el mismo poder en equivalencia. Aunque, los
países del Mediterráneo -sobre todo, Italia- tienen al euro cogido por donde
Vds. estarán pensando, y la UE neoliberal tiembla si estos países deciden
abandonarlo y volver a sus monedas haciendo las correspondientes devaluaciones.
Grecia ya les dio un aviso, y, sabido es lo que ocurrió: “diarrea en la mayoría
de la Banca europea”.
Pero, sí que hay
algo que se puede hacer para derrotar y acabar con la Gran Depresión en,
relativamente, poco tiempo. Les resumiré un poco un capítulo del libro “Capital
e Ideología” de Thomas Piketty (les recomiendo que lean el libro en su
totalidad), aunque sé que es muy difícil que los gobiernos -sobre todo, los que
están en la sombra- sean capaces de llevar a cabo tal política que varios presidentes
americanos -con Roosevelt a la cabeza- si tuvieron agallas para implantar tras
la Gran Depresión del año 1929 que ha sido la más atroz conocida. Se trata de
hacer algo así como dice El Roto: ¡Que se dejen de reconstruir la economía y
hagamos otra nueva!
Según Piketty: “Conviene
profundizar en torno al concepto de justicia fiscal. Desde el siglo XVIII, el
debate ha estado centrado en la fiscalidad progresiva; es decir, en un impuesto
con tipos bajos para los más pobres que aumentan gradualmente para los más
ricos. En general, se pueden distinguir tres grandes categorías de fiscalidad
progresiva: el impuesto progresivo sobre la renta (rentas del trabajo,
salarios, pensiones, ingresos de actividades profesionales, etc., o rentas del
capital, como dividendos, intereses, alquileres, beneficios, etc.), de manera
que se grava a cada individuo en función de sus recursos del momento y, por lo
tanto, en proporción a su capacidad para contribuir a la provisión de bienes y
servicios públicos; el impuesto progresivo sobre las sucesiones (que en general
incluye también las donaciones), que se satisface en el momento que se realiza
una transmisión patrimonial y permite, de este modo, reducir la perpetuación
intergeneracional de la riqueza y la concentración de patrimonios; y el
impuesto progresivo anual sobre el patrimonio (también conocido como impuesto
sobre la fortuna o impuesto sobre el capital) que se recauda cada año sobre la
base del total de activos poseídos, que puede considerarse un índice de
capacidad de pago más revelador, duradero, y, hasta cierto punto, menos
manipulable, que los ingresos anuales, siendo también el único que permite una
redistribución permanente de la propiedad y una verdadera circulación del
patrimonio. La experiencia histórica sugiere que el sistema fiscal ideal debe
buscar un equilibrio entre estas tres formas de progresividad fiscal, que a
priori son legítimas. Hay muchas razones para pensar que la fiscalidad
progresiva de la propiedad desempeñará un papel central en el siglo XXI, en
particular debido al fuerte aumento de la propiedad privada y a la
concentración experimentada por los patrimonios desde 1980-1990. La introducción
de un verdadero impuesto progresivo sobre el capital, que permita financiar una
dotación universal de capital, podría contribuir a afrontar la deriva
desigualitaria e identitaria del capitalismo globalizado actual”.
Y, con perdón por
la extensión, un poquito más de Piketty y termino: “Una limitación importante
de los gravámenes puntuales sobre la propiedad privada es que sólo solucionan
temporalmente el problema de la concentración de la propiedad y del poder
económico y político. La experiencia histórica muestra que surgen
constantemente nuevas desigualdades a partir de nuevas formas de propiedad. Por
esta razón, es necesario recurrir a un impuesto progresivo sobre la propiedad,
de carácter anual y permanente, con tipos aplicables a las mayores tenencias de
activos obviamente más reducidos que los utilizados en el marco de un gravamen
puntual, pero lo suficientemente elevado como para permitir una movilidad real
de la riqueza y evitar una concentración excesiva. En particular, toda creación
de riqueza depende de la división social del trabajo y del capital de
conocimientos acumulados desde el inicio de la humanidad, de lo cual ninguna
persona viva puede ser considerada responsable o propietaria. A finales del
siglo XIX, en plena Gilded Age (Edad dorada), en un momento en que Estados
Unidos estaba preocupado por la creciente concentración de la riqueza en manos
de unos pocos, así como el aumento del poder de las grandes empresas y de sus
accionistas, el escritor autodidacta Henry George tuvo un gran éxito criticando
la propiedad privada de la tierra. El movimiento de denuncia de las
desigualdades a que había contribuido este escritor condujo finalmente a la
creación del impuesto progresivo sobre la renta en 1913 y del impuesto
progresivo sobre el patrimonio en 1916. Medio siglo después, el impuesto sobre
el patrimonio volvió a ocupar un lugar en el debate estadounidense de manera
mucho más radical, con la propuesta del senador demócrata de Luisiana Huey
Long, que muy molesto con el poder de los accionistas y las grandes empresas, a
principios de la década de 1930 trató de superar a Roosevelt por su izquierda
en cuestiones de progresividad fiscal, explicando que el impuesto progresivo
sobre la renta y las sucesiones no iba a ser suficiente para resolver los
problemas del país. En 1934 difundió su plan de acción, titulado “share our
wealth: every man a King” (compartir nuestra riqueza: cada hombre un rey). El
núcleo de su programa consistía en la introducción de un impuesto altamente
progresivo sobre los patrimonios superiores a un millón de dólares
(aproximadamente, setenta veces el patrimonio medio de la época). La propuesta
se complementaba con un aumento de la progresividad de los impuestos sobre la
renta y las sucesiones, con el fin de financiar el aumento del nivel de las
pensiones para las personas mayores con bajos ingresos, así como una reducción
de la jornada laboral y un plan de inversión para restablecer el pleno
empleo. Huey Long, un personaje
autoritario y controvertido, proveniente de una familia pobre de blancos de
Luisiana, había anunciado su intención de desafiar a Roosevelt durante las
primarias demócratas de 1936. En parte para responder a esta presión, Roosevelt
hizo que se adoptara un impuesto sobre el patrimonio en la Revenue Act (Ley de
ingresos) de 1935, que en realidad era un recargo del impuesto sobre la renta
con un tipo impositivo del 75% sobre las rentas más altas. La popularidad de
Huey Long alcanzó su punto álgido en septiembre de 1935 (más de ocho millones
de miembros en los comités locales de Share our wealth -compartir nuestra
riqueza- y audiencia récord de 25 millones de oyentes en sus programas de
radio) cuando un oponente político le abatió de un disparo con un rifle en la
State House (casa del estado) de Baton Rouge”.
Podíamos seguir
con Piketty hasta comprobar cómo se llegó a cobrar incluso por encima del 90%
(Roosevelt llevó la tasa de impuestos hasta un máximo histórico del 94% para
los ingresos superiores a los 200.000 dólares de la época) en la renta de los
millonarios para solucionar la debacle, pero se hace largo de contar, lo mejor
es que lean el libro, es sumamente ilustrativo. Y, desde luego, no se hagan
ilusiones con una solución, ni siquiera parecida, del tipo expuesta para España,
el neoliberalismo va seguir en la UE. Pablo Iglesias y los suyos, como los
griegos de SYRIZA de Alexis Tsipras, serán derrotados una y otra vez por el
clientelismo del Bilderberg y al final pagaremos los de siempre, ¡seguro!, pues
como dijo en días pasados El Roto: “conviene ampliar la distancia entre ricos y
pobres para evitar contagios...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario