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miércoles, 6 de mayo de 2020

03/05/2020 - JUSTICIA FISCAL


JUSTICIA FISCAL

 

Una cosa está muy clara: Cuando pase definitivamente la pandemia del Covid-19, nos vamos a encontrar, de nuevo, con otra Gran Depresión. En este caso mucho más fuerte que la del 2008, en la que a los españoles -no a todos, obviamente- nos costó “rescatar” parte de la Banca con unos ¡cien mil millones de euros!, sino más, que nunca nos van a devolver por mucho que insistan los de Podemos con Pablo Iglesias (actual vicepresidente del gobierno) a la cabeza. La Banca jamás devuelve nada, lo hemos comprobado no hace mucho con el impuesto de AJD y TP y lo volveremos a experimentar con el IRPH de las hipotecas (y a ver si por lo menos lo anulan, que por lo que parece, según lo aparecido en prensa, no va a ocurrir sin juzgados al medio), pues la justicia española, descaradamente, la protege, de eso no creo que tenga nadie duda; y la otra justicia de más arriba, la de la UE, hace casi lo mismo (como se ha podido comprobar, precisamente, con el IRPH), aunque con un poco de decoro -la corbata bien ajustada al cuello de la camisa- que es lo menos que se les puede pedir. En resumidas cuentas, está muy claro: Bilderberg (al que por supuesto pertenece la Sra. Botín “jefa” del Estado español en la sombra, imagínense…) está detrás del mundo económico y financiero -también de la UE- y con eso está todo dicho. Ni el gobierno, por muy progresista que se crea, ni Pablo Iglesias, ni San Pedro y San Pablo que volvieran, van a conseguir que la Banca no sea el principal problema con el que se enfrenta el mundo civilizado y, muy especialmente, las clases trabajadoras y las clases populares. El 99,3% de la Deuda Pública (según las escasas publicaciones de que disponemos, pues el dato no conviene que se sepa) del mundo la tienen ellos, y eso supone el mismo poder en equivalencia. Aunque, los países del Mediterráneo -sobre todo, Italia- tienen al euro cogido por donde Vds. estarán pensando, y la UE neoliberal tiembla si estos países deciden abandonarlo y volver a sus monedas haciendo las correspondientes devaluaciones. Grecia ya les dio un aviso, y, sabido es lo que ocurrió: “diarrea en la mayoría de la Banca europea”.

Pero, sí que hay algo que se puede hacer para derrotar y acabar con la Gran Depresión en, relativamente, poco tiempo. Les resumiré un poco un capítulo del libro “Capital e Ideología” de Thomas Piketty (les recomiendo que lean el libro en su totalidad), aunque sé que es muy difícil que los gobiernos -sobre todo, los que están en la sombra- sean capaces de llevar a cabo tal política que varios presidentes americanos -con Roosevelt a la cabeza- si tuvieron agallas para implantar tras la Gran Depresión del año 1929 que ha sido la más atroz conocida. Se trata de hacer algo así como dice El Roto: ¡Que se dejen de reconstruir la economía y hagamos otra nueva!

Según Piketty: “Conviene profundizar en torno al concepto de justicia fiscal. Desde el siglo XVIII, el debate ha estado centrado en la fiscalidad progresiva; es decir, en un impuesto con tipos bajos para los más pobres que aumentan gradualmente para los más ricos. En general, se pueden distinguir tres grandes categorías de fiscalidad progresiva: el impuesto progresivo sobre la renta (rentas del trabajo, salarios, pensiones, ingresos de actividades profesionales, etc., o rentas del capital, como dividendos, intereses, alquileres, beneficios, etc.), de manera que se grava a cada individuo en función de sus recursos del momento y, por lo tanto, en proporción a su capacidad para contribuir a la provisión de bienes y servicios públicos; el impuesto progresivo sobre las sucesiones (que en general incluye también las donaciones), que se satisface en el momento que se realiza una transmisión patrimonial y permite, de este modo, reducir la perpetuación intergeneracional de la riqueza y la concentración de patrimonios; y el impuesto progresivo anual sobre el patrimonio (también conocido como impuesto sobre la fortuna o impuesto sobre el capital) que se recauda cada año sobre la base del total de activos poseídos, que puede considerarse un índice de capacidad de pago más revelador, duradero, y, hasta cierto punto, menos manipulable, que los ingresos anuales, siendo también el único que permite una redistribución permanente de la propiedad y una verdadera circulación del patrimonio. La experiencia histórica sugiere que el sistema fiscal ideal debe buscar un equilibrio entre estas tres formas de progresividad fiscal, que a priori son legítimas. Hay muchas razones para pensar que la fiscalidad progresiva de la propiedad desempeñará un papel central en el siglo XXI, en particular debido al fuerte aumento de la propiedad privada y a la concentración experimentada por los patrimonios desde 1980-1990. La introducción de un verdadero impuesto progresivo sobre el capital, que permita financiar una dotación universal de capital, podría contribuir a afrontar la deriva desigualitaria e identitaria del capitalismo globalizado actual”.

Y, con perdón por la extensión, un poquito más de Piketty y termino: “Una limitación importante de los gravámenes puntuales sobre la propiedad privada es que sólo solucionan temporalmente el problema de la concentración de la propiedad y del poder económico y político. La experiencia histórica muestra que surgen constantemente nuevas desigualdades a partir de nuevas formas de propiedad. Por esta razón, es necesario recurrir a un impuesto progresivo sobre la propiedad, de carácter anual y permanente, con tipos aplicables a las mayores tenencias de activos obviamente más reducidos que los utilizados en el marco de un gravamen puntual, pero lo suficientemente elevado como para permitir una movilidad real de la riqueza y evitar una concentración excesiva. En particular, toda creación de riqueza depende de la división social del trabajo y del capital de conocimientos acumulados desde el inicio de la humanidad, de lo cual ninguna persona viva puede ser considerada responsable o propietaria. A finales del siglo XIX, en plena Gilded Age (Edad dorada), en un momento en que Estados Unidos estaba preocupado por la creciente concentración de la riqueza en manos de unos pocos, así como el aumento del poder de las grandes empresas y de sus accionistas, el escritor autodidacta Henry George tuvo un gran éxito criticando la propiedad privada de la tierra. El movimiento de denuncia de las desigualdades a que había contribuido este escritor condujo finalmente a la creación del impuesto progresivo sobre la renta en 1913 y del impuesto progresivo sobre el patrimonio en 1916. Medio siglo después, el impuesto sobre el patrimonio volvió a ocupar un lugar en el debate estadounidense de manera mucho más radical, con la propuesta del senador demócrata de Luisiana Huey Long, que muy molesto con el poder de los accionistas y las grandes empresas, a principios de la década de 1930 trató de superar a Roosevelt por su izquierda en cuestiones de progresividad fiscal, explicando que el impuesto progresivo sobre la renta y las sucesiones no iba a ser suficiente para resolver los problemas del país. En 1934 difundió su plan de acción, titulado “share our wealth: every man a King” (compartir nuestra riqueza: cada hombre un rey). El núcleo de su programa consistía en la introducción de un impuesto altamente progresivo sobre los patrimonios superiores a un millón de dólares (aproximadamente, setenta veces el patrimonio medio de la época). La propuesta se complementaba con un aumento de la progresividad de los impuestos sobre la renta y las sucesiones, con el fin de financiar el aumento del nivel de las pensiones para las personas mayores con bajos ingresos, así como una reducción de la jornada laboral y un plan de inversión para restablecer el pleno empleo.  Huey Long, un personaje autoritario y controvertido, proveniente de una familia pobre de blancos de Luisiana, había anunciado su intención de desafiar a Roosevelt durante las primarias demócratas de 1936. En parte para responder a esta presión, Roosevelt hizo que se adoptara un impuesto sobre el patrimonio en la Revenue Act (Ley de ingresos) de 1935, que en realidad era un recargo del impuesto sobre la renta con un tipo impositivo del 75% sobre las rentas más altas. La popularidad de Huey Long alcanzó su punto álgido en septiembre de 1935 (más de ocho millones de miembros en los comités locales de Share our wealth -compartir nuestra riqueza- y audiencia récord de 25 millones de oyentes en sus programas de radio) cuando un oponente político le abatió de un disparo con un rifle en la State House (casa del estado) de Baton Rouge”.     

Podíamos seguir con Piketty hasta comprobar cómo se llegó a cobrar incluso por encima del 90% (Roosevelt llevó la tasa de impuestos hasta un máximo histórico del 94% para los ingresos superiores a los 200.000 dólares de la época) en la renta de los millonarios para solucionar la debacle, pero se hace largo de contar, lo mejor es que lean el libro, es sumamente ilustrativo. Y, desde luego, no se hagan ilusiones con una solución, ni siquiera parecida, del tipo expuesta para España, el neoliberalismo va seguir en la UE. Pablo Iglesias y los suyos, como los griegos de SYRIZA de Alexis Tsipras, serán derrotados una y otra vez por el clientelismo del Bilderberg y al final pagaremos los de siempre, ¡seguro!, pues como dijo en días pasados El Roto: “conviene ampliar la distancia entre ricos y pobres para evitar contagios...”

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