POPULISMOS
Según la RAE, el significado del vocablo “populismo”
tiene dos acepciones: La primera es “popularismo”, que viene a ser la tendencia
o afición a lo popular en forma de vida, arte, literatura, etc.; y la segunda
es la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares, usado
más en sentido despectivo. No hay que confundir pues, populismos con
“populares”, ya que, “la civilización no suprime la barbarie, la perfecciona”,
que dijo Voltaire. Algo muy propio de la clase política de derechas, muy
especialmente, en nuestro país. Sobre todo, en lo que a los dos partidos
políticos de derechas declaradas (PP y VOX) se refiere, pues entre ambos hay
poca diferencia ideológica que los pudiera diferenciar. Ambos -en VOX más
acusada- responden a la frase famosa de Wole Soyinka: “La mente del fanático es
un insaciable agujero negro, que engulle todo lo que hace la vida luminosa y
soportable”. Son dos partidos neoliberales (como ahora se dice), pero que están
más cerca del fascismo dictatorial de otras épocas que de la realidad que
debiera imperar en el siglo XXI. Sin que eso suponga que los “socialdemócratas”
(las comillas son porque no lo son, valga la redundancia) estén muy alejados de
muchas de las teorías de ese capitalismo opresor que significa el
neoliberalismo puro y duro que el mundo occidental aplica casi en su totalidad,
si exceptuamos los países nórdicos de Europa y poco más. España, dicho sea de
paso, se mire como se mire, lleva desde la falsa transición aplicando esa
política, por cambiar algo, semineoliberal, que sólo fue una alternativa medio
decente en los primeros años del gobierno de Felipe González que, como todo el
mundo sabe, nos engordó para luego, como los cerdos, llevarnos al “matadero”
económico y social del que aún no hemos podido salir convirtiendo el
sindicalismo en displicente, en cierto modo, un poco también haciendo honor a
esa antedicha frase de Wole Soyinka. Y dudo mucho que en un futuro próximo lo
hagamos, salvo que ese futuro sea el del dibujante y “tengamos futuro en el
futuro”. Mientras tanto, el antedicho Sr. González y todos los suyos de
entonces, son hoy clase privilegiada de derechas (en bastantes casos sectarios neoliberales);
aunque, ciertamente, no tan fachas como los otros, ¡hasta ahí podríamos haber
llegado!, pero que están pidiendo a los jóvenes que pare los pies a Pedro
Sánchez, que, obviamente los tiene políticamente -como un robot- poco movibles
y, en cualquier caso, a las órdenes de la Sra. Botín y del neoliberalismo de la
UE al dictado de Alemania.
Tenemos que asumir que está claro lo que la derecha
(que tanto los contertulios como los articulistas defensores de las políticas
del PP y del PSOE en los principales medios de desinformación claman a diario)
entiende por populismos, que no es otra cosa que “la tendencia política que
pretende atraerse a las clases populares en el más amplio sentido despectivo”.
De ahí que continuamente se esté “criticando” cualquier medida que promueven
los ministros de Podemos y se esté también crónicamente denigrando a Pablo
Iglesias, incluso con acrimonia como hacen ilustres escritores y articulistas,
que se autodenominan de izquierda, caso de Javier Marías. Ello a pesar de que, a
punto fijo, tanto los ministros de Podemos como el vicepresidente Pablo
Iglesias estén poniendo en movimiento la versión de sus principios más
descafeinada. Quizás porque esa manera sea la única que el gran capital les va
a permitir para cambiar en algo esta podrida sociedad plagada de corruptos y
delincuentes en todos los ámbitos empresariales y políticos a los que gustaría
que España fuera -siguiera siendo, aunque no está muy lejos- una Democracia
Orgánica con todas las libertades suprimidas. Y sino que se lo pregunten a los
caceroleros del barrio de Salamanca que la extrema derecha ha puesto en la
calle dejando de respetar el más insignificante derecho a no contagiarse que
tienen la ciudadanía y las fuerzas del orden, que, dicho sea de paso, bastante
pasividad están demostrando no interviniendo con “cuatro hostias” a esos
“monos” y “monas” -ya quienes los protegen- que viven en la opulencia gracias a
los impuestos de los demás y a los fraudes de las empresas de sus papás y suyas
propias.
No sabemos exactamente en qué va a consistir esa Renta
Mínima Vital (RMV), o como al final la llamen, de Pablo Iglesias, ni nos
imaginamos a que se debe que la derecha se escandalice cuando a ellos en nada
les va a afectar, salvo que, como sería lo lógico, se les obligara a poner la
parte que les corresponde. Sencillamente, para empezar, haciendo que la gran
empresa sea perseguida por el Erario -como se hace con cualquier autónomo- y se
les impida defraudar los tantas veces aquí expuestos ¡entre 70.000 y 90.000
millones de euros anuales! Con eso habría suficiente para cubrir esa RMV, o,
reitero, como la llamen, y para que las pensiones -cuando menos las que no
llegan a 1.000 €- no sufran el posible quebranto que se prevé. Si no llega la
“guita”, pues adelante con esos impuestos anunciados a las grandes fortunas e
implantando el IMPUESTO DE PATRIMONIO (sí, con mayúsculas) que ponga a cada
cual en el sitio que le corresponde y este país deje de ser de los pocos en que
las rentas del trabajo superen a las rentas del capital. Y, si me apuran,
intentando que la Economía Sumergida – fácil de aflorar si se quiere- no
alcance las cifras bochornosas que ahora alcanza superando en el doble a la
media de la UE de los países de nuestro entorno que, al parecer, supondría para
las arcas públicas unos ingresos estimados en otros ¡70.000 millones de euros
anuales! Vamos, que nos sobrarían perras sin necesidad de recurrir a ningún
rescate y sin tener que seguir aumentando la Deuda Pública -aunque eso importa
un carajo- haciendo que la Banca se atiborre de intereses sin ningún costo.
Dicho lo dicho, en cualquier caso, hay que llevar a
cabo ya, sin más dilación, una serie de reformas en este país que hagan honor a
eso que los filósofos llaman “axiología”, sencilla y llanamente para, de
verdad, ser un país moderno y donde el llamado Estado de Bienestar sea una
realidad para todos y no sólo para unos pocos. Un país con todos los servicios
públicos plenamente garantizados, muy especialmente esas Residencia de Mayores
-muchas en manos de fondos buitres- donde han muerto tantos y tantos seres
queridos por falta de asistencia a consecuencia del maldito Covid-19, una
Sanidad Pública única y universal (la privada que se la paguen los que la
quieran), una Educación Pública también universal y gratuita (la privada que la
paguen los papás de los torpes), y una Justicia igual para todos y no la que
ahora tenemos, que en casos resulta irrisoria si se trata de llevar a cabo
contra ciertos personajes de la vida pública y del mundo de las finanzas. En
resumen: Afrontando una Reforma Administrativa; una Reforma Laboral digna
(tratando de que el mundo sindical resurja de sus cenizas y tenga siempre algo
que decir); una Reforma Fiscal que haga el IRPF progresivo y no regresivo como
es ahora (un joven que no llega a 22.000 euros brutos -unos 15.000 netos- tiene
que abonar más de 2.000 € por haber tenido dos pagadores que es casi lo
habitual en el actual mundo laboral); una Reforma Política donde la
representación de la ciudadanía sea proporcional y no el pitorreo de esa Ley de
D'Hont actual y en la que desaparezcan los más de ¡300.000 políticos! que
sobran; y, por supuesto, una reforma Económica que no tenga este país con la
mitad de los negocios sin las licencias y permisos obligatorios (especialmente
en el mundo rural) en parte para la captación -compra, diría servidor- del voto
cautivo. Y una cosa más: Un país en el que desaparezcan las subvenciones
empresariales y las contrataciones administrativas sean plenamente
transparentes para evitar el despilfarro y la corrupción que ahora suponen. Que
la clase política se mentalice de una vez por todas de que, como señaló
Anguita: “Los principios no se negocian”. Bienvenidos sean los populismos
pues…, siempre que correspondan a la primera acepción, evidentemente.
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