¡QUÉ DESASTRE DE
PAÍS!
Disculpen que
utilice una vez más para iniciar este escrito una viñeta del Roto, pero soy un
asiduo lector de éste, para mí, genial dibujante irónico. Le decía una Sra. al
taxista que la trasladaba: “¡Qué desastre de país! ¡¿Cómo hemos podido llegar
hasta aquí?! Pues Vd. en taxi, Señora”. Es lo que está ocurriendo en España, a
mi parecer, desde que empezó la democracia: los de siempre siguen viajando en
taxi o en algún coche de los llamados de alta gama y los curritos y sus
familiares viéndoselas para poderlo hacer en los transportes públicos (metro,
autobús, tranvía, etc.) o en un viejo coche de más de once años. Y si vive en
una gran ciudad utilizando los trenes de cercanías. Siempre suponiendo que la
“ciudad” no sea de nuestra querida Extremadura, donde dicen que nacen los
dioses (que quizás sea cierto, pero se preocupan poco por su tierra), en la
que, como ya sabe toda España, el tren es un medio de desplazamiento del
pleistoceno y, obviamente, lo más lejos que te puede trasladar es a algún erial
perdido en alguna llanura o alguna dehesa donde sólo hay bellotas, verracos y
algún que otro borrego; y en donde, como no puede ser de otra forma, se quedará
averiado.
Efectivamente,
somos un auténtico desastre de país. Si hacemos la comparación con cualquiera
de los países de la OCDE, a la que pertenecemos como uno más de los
desarrollados, podemos comprobar cómo en cualquier faceta de Estado (Económica,
Social, Sanitaria, Educativa, de Transportes, Judicial, de Desigualdades de
todo tipo, de Trabajo y Salarios, Sindical, Etc., Etc.) los españoles somos su
mayor vergüenza. Aquí, la política aplicada desde que se inició la democracia -al
igual que lo era antes con la dictadura- sólo ha servido para que el
Establishment haga su agosto y para que la clase dirigente (una casta, con
perdón, podrida totalmente), todos los gerifaltes desde el menor al mayor,
pasen a ser auténticos portentos económicos que han convertido el país “in
partibus infidelium” y lo han llenado de espurios a base de crear entre la
población eso que antes se llamaba “behetría” para esconder su latrocinio a
base de aplicar refranes como, por ejemplo, estos cuantos: “Abierto el cajón,
convidado está el ladrón”, o, “alaba al ignorante y hazle bailar; si no es
tonto, tonto lo harás terminar”, o, “Alcalá de Henares, donde tres cosas son
dos pares”, o este otro, “al más charrán, paga le dan”, y uno más, “al
miserable y al pobre todo le cuesta el doble”. En fin, ha pasado en todo este
tiempo, que ellos llaman democrático, algo así como lo señalado por D. Jacinto
Benavente: “Las personas inteligentes y prácticas sólo hacen el mal que les
conviene. Dios nos libre de las personas de pocos alcances que hacen el mal
aunque no les convenga”. O sea, “quienes opinan que el dinero todo lo puede,
sin duda están dispuestos a todo por dinero”, que dijo un tal Edme-Pierre
Beauchêne.
De modo que,
para terminar, en nuestro país sólo hay que ver lo que está ocurriendo en
Andalucía y Cataluña, y todo lo que ha ocurrido en la mayor parte de los más de
ocho mil pueblos, para comprobar el desastre que somos, que han sido nuestros
ilustres políticos, que emulando a Walter Chrysler han aplicado su dogma: “cuando
debo asignar una tarea pesada se la doy a un perezoso; seguro que hallará una
manera fácil de llevarla a cabo”. Y así nos ha ido.
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