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martes, 22 de enero de 2019

23/01/19 - LA CHARLA


LA CHARLA

Hablaban dos amigos, uno andaluz y el otro extremeño,  de la política de sus respectivas CCAA.

Ambos coincidían en que en esas CCAA era cierto lo que dijo un tal Jaume Perich: “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos, pero es perfectamente posible empeorarla”. Ciertamente, en Andalucía y Extremadura -y en toda España en mi opinión- ocurre eso que se llama “conciencia errónea”, es decir, lo que con ignorancia -o quizás sin ella- juzga lo verdadero por falso, o lo falso por verdadero, teniendo lo bueno por malo o lo malo por bueno. En las dos CCAA de estos amigos, me da que lo segundo ha sido bastante más utilizado: dar lo malo por bueno. Y así lo creían ellos por su manera de expresarse.

-Qué me dices de los Alcaldes, dijo uno de ellos: Son, sin apenas excepciones, intermediarios de empresas que sólo piensan en llenarse sus arcas o las de sus respectivos partidos…

-Pues qué me dices tú de los Altos Cargos, Presidentes, Consejeros, Diputados y demás que se han dedicado a crear eso que dicen llamar “Administración Paralela” en la que para mantenimiento del clientelismo que les hace ganar siempre las elecciones se gastan una fortuna en mantener empresas publicas que acaparan miles de millones del presupuesto autonómico. Según se ha publicado, sólo en Andalucía, la friolera de ¡13.000 millones de euros! del presupuesto anual, de los ¡45.000 millones! que se presupuestan cada año allí…  

-Que burrada, supongo que en Extremadura, como somos menos, y hay menos empresas públicas (280 aproximadamente en Andalucía y sólo unas 80 en Extremadura) los miles de millones serán menos, aunque seguro que no proporcionalmente, claro…, para los partidos políticos sólo hay proporcionalidad en los repartos de sus gerifaltes.

-Bueno, si bien se mira, tampoco es tanto. Si lo comparamos con los gastos del país, fíjate que sólo la flota de coches oficiales, ¡39.600 vehículos!, cuestan cada año ¡1.901 millones de euros!

-En fin, como dice El Roto: “Cuando descubrí que el orden económico producía desorden social, me quitaron la beca”. Sí, Antonio, esto no se puede aguantar: los peores salarios, las pensiones más bajas, la mayor pobreza, la precariedad laboral más alta del país, la Sanidad y la Educación por los suelos, y en Andalucía por lo menos hay trenes, etc., etc.; o sea, como dijo un cura hablando con un pobre: “Lo siento, quizás debimos habérselo dicho antes: lo del infierno nos lo inventamos”. Y ya se sabe: “Todo lo que endurece desmoraliza”, pues como es sabido, “las malas leyes hallarán siempre y contribuirán a formar hombres peores que ellas encargados de ejecutarlas”, como señaló Concepción Arenal. Pero, claro está: “La dignidad, los principios, la moral y la integridad son virtudes que los modestos y los pobres apenas se pueden permitir”, según explicó Javier Marías en uno de sus brillantes artículos.

De modo que, para acabar la conversación, Antonio (el andaluz), le dijo a Juan (el extremeño):
No me explico como vosotros los extremeños, que sois hijos de los más valientes guerreros, no os tiráis a la calle al estilo de esos chalecos amarillos de Francia. Mejor, en vez de Extremadura, haberle puesto a vuestra tierra Extremablanda. A lo que Juan contestó: Pues mira, Antonio, por la misma razón que vosotros, que nueve de cada diez, por lo que se ve, trompan y os sablean sin el más mínimo cuidado, no le llamáis a vuestra Andalucía, Andacandil, porque lucir, luce poco.   

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