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viernes, 15 de septiembre de 2017

13/09/17 - ¡¡¡ALELUYA!!!


¡¡¡ALELUYA!!!

 A pesar de que en mi familia (por parte de mi madre) hay más de un docente, nunca he querido citar este dato, exceptuando las referencias a mi abuelo Antonio y porque él, además, era un hombre sabio. Eso supone, indeleblemente, que mis familiares, aparte de grandes docentes, han quitado mucha “corcha” a más de uno de sus alumnos que la llevaban implícita. Peor suerte tuvo uno de mis tíos que, cuando aún era estudiante de magisterio, con la falsa de que era falangista, fue acusado por cuatro degenerados que “requisaban” el trigo de los pobres para estar un día sí y al otro también de caldereta, y tuvo que exiliarse a México para salvar el pellejo. Los ladrones y los cobardes jamás aceptarán otra razón que no sea su fuerza en grupo para degradar a quienes son más cultos y más inteligentes que ellos. 

Digo todo esto y titulo “¡¡¡Aleluya!!!” este escrito porque, por una vez, parece ser que Extremadura no padece el mal de “la escuela de calor” en barracones como ocurre en otras comunidades del país. Lo que no significa que nuestra enseñanza constituya ejemplo, pues se sabe que estamos, como no, a la cola del mundo civilizado en comprensión lectora y eso denota nuestro enquistado retraso social y económico; sin por supuesto, contar con que somos una de las comunidades con los peores índices de analfabetismo funcional, lo que se traduce en que nuestra productividad esté entre la más baja del Estado. De ahí que los políticos, se aprovechen con gran añagaza en esta tierra, para que los ignorantes extremeños paguemos unos ¡200 €! más de impuestos regionales que el resto de españoles (contando Cataluña… todavía, claro), aún a pesar de tener la media salarial más baja del país y el mayor índice de pobreza.

No obstante, reitero, “¡¡¡Aleluya!!!” en lo que a la enseñanza se refiere. Debieran tomar nota los “manijeros” del SES para que se solucione lo de las camas en los pasillos de los hospitales y las sábanas con agujeros y sin toallas para secar a los enfermos. Aunque todo hay que entenderlo: si cubrimos estas más que necesarias contingencias, no podríamos atender el mantenimiento de ese Palacio de Congresos, a menos de tres kilómetros de un hospital, que cuesta al año la friolera de ¡300.000 €!, y que ha costado hacerlo, según parece ahora, no 12,3 millones de euros como nos dijeron, sino unos 18 millones aproximadamente (¡tres mil millones de pesetas!). No, no hay derecho a que haya gente que se siguen llenando la andorga a costa de analfabetos funcionales y de los otros y de ciudadanos a los que poco o nada importa lo que esté pasando o forman parte del más cínico clientelismo o sindicalismo displicente.

 

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