¡¡¡ALELUYA!!!
A
pesar de que en mi familia (por parte de mi madre) hay más de un docente, nunca
he querido citar este dato, exceptuando las referencias a mi abuelo Antonio y
porque él, además, era un hombre sabio. Eso supone, indeleblemente, que mis
familiares, aparte de grandes docentes, han quitado mucha “corcha” a más de uno
de sus alumnos que la llevaban implícita. Peor suerte tuvo uno de mis tíos que,
cuando aún era estudiante de magisterio, con la falsa de que era falangista,
fue acusado por cuatro degenerados que “requisaban” el trigo de los pobres para
estar un día sí y al otro también de caldereta, y tuvo que exiliarse a México
para salvar el pellejo. Los ladrones y los cobardes jamás aceptarán otra razón
que no sea su fuerza en grupo para degradar a quienes son más cultos y más
inteligentes que ellos.
Digo
todo esto y titulo “¡¡¡Aleluya!!!” este escrito porque, por una vez, parece ser
que Extremadura no padece el mal de “la escuela de calor” en barracones como
ocurre en otras comunidades del país. Lo que no significa que nuestra enseñanza
constituya ejemplo, pues se sabe que estamos, como no, a la cola del mundo
civilizado en comprensión lectora y eso denota nuestro enquistado retraso
social y económico; sin por supuesto, contar con que somos una de las
comunidades con los peores índices de analfabetismo funcional, lo que se
traduce en que nuestra productividad esté entre la más baja del Estado. De ahí
que los políticos, se aprovechen con gran añagaza en esta tierra, para que los
ignorantes extremeños paguemos unos ¡200 €! más de impuestos regionales que el
resto de españoles (contando Cataluña… todavía, claro), aún a pesar de tener la
media salarial más baja del país y el mayor índice de pobreza.
No
obstante, reitero, “¡¡¡Aleluya!!!” en lo que a la enseñanza se refiere. Debieran
tomar nota los “manijeros” del SES para que se solucione lo de las camas en los
pasillos de los hospitales y las sábanas con agujeros y sin toallas para secar
a los enfermos. Aunque todo hay que entenderlo: si cubrimos estas más que
necesarias contingencias, no podríamos atender el mantenimiento de ese
Palacio de Congresos, a menos de tres kilómetros de un hospital, que cuesta al
año la friolera de ¡300.000 €!, y que ha costado hacerlo, según parece ahora,
no 12,3 millones de euros como nos dijeron, sino unos 18 millones
aproximadamente (¡tres mil millones de pesetas!). No, no hay derecho a que haya
gente que se siguen llenando la andorga a costa de analfabetos funcionales y de
los otros y de ciudadanos a los que poco o nada importa lo que esté pasando o
forman parte del más cínico clientelismo o sindicalismo displicente.
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