¡PÁSALO!
Como asiduo lector de bastantes articulistas para
poder documentar mis escritos, a veces me encuentro con que algún artículo es
merecedor de que sea lo más conocido posible por lo actual, acertado y cierto
de lo expresado por su autor. Tal es el caso de “UN PAÍS ROBADO” de Mario
Martín Lucas que copio textualmente casi
en su totalidad: “Imaginemos un país en un recóndito lugar cuyo rey hubiera amasado una
inmensa fortuna a base de intermediar en la venta de productos y servicios de
sus súbditos empresarios a otros Estados. Un rey divertido y cercano, capaz de
construir al lado de su real palacio un refugio para su amiga entrañable,
mientras el reino era dividido entre diecisiete. Imaginemos un pueblo tan
ilusionado y participativo, tras muchos años aislado del resto del mundo, que
cada cuatro años celebraba su libertad de poder elegir entre una de las dos
formaciones políticas previamente seleccionadas por los cuatro poderes. Un
sistema tan abierto a las "minorías", que la mayoría política, fuere
quien fuere, siempre precisaba conseguir el apoyo de los territorios históricos
que habían sido mejor tratados en las épocas oscuras, ya felizmente olvidadas.
Imaginemos una familia real, unida solo en los posados, en la que el cuñado del
rey estuviera en la cárcel y el suegro de éste hubiera renunciado a serlo, para
garantizar la herencia a su hijo, mientras pasaba de cazador, a cazado. Un país
atravesado por el síndrome del "3%", cuando no del 5% o el 10%, pero
feliz más allá del desfalco o la prevaricación de sus dirigentes, porque en
cada territorio lo fuera en su propia lengua oficial, en organizado reparto y
equilibrio entre unos u otros; y para lo que sucediera más allá de las
fronteras será de aplicación el párrafo uno. Imaginemos un cónsul de un
territorio, primera autoridad del Estado en él, confeso evasor fiscal, con unos
hacendosos hijos valedores de la fortuna del padre, forjada con contumacia e
insistencia, hasta el extremo que uno de ellos pacte, por un presunto delito,
la pena de cárcel por dos años y medio, con tal de no ser juzgado por un jurado
popular. Cuyos seguidores llegaran a propugnar la escisión del reino con tal de
tener su propia Justicia y nombrar sus propios jueces. Una amistad tan profunda
y duradera entre el viejo rey y el más veterano de sus cónsules, edificada en
el mutuo conocimiento, sobre la que se habían desarrollado los cimientos del
Estado, recreado en forma de árbol en acertada, y preventiva, metáfora del
cónsul: "Si vas segando la rama de un árbol, al final cae toda la rama...
con los nidos que hay. Pero no sólo cae esa rama, también caen las otras."
Imaginemos un reino, que ya troceado en partes (17), fuera de cómodo reparto,
pero unido en el uso de sus mismos testaferros y paraísos fiscales. Nada
faltaría en ese imaginario país, por no faltar, la Justicia sería ejemplar, ya
que cualquier roba gallinas cumpliría sus condenas sin mermas ni indultos, con
las honrosas excepciones de todos quienes habiten las ramas del metafórico
árbol del Estado, tan cargadas de nidos que lucen como un frondoso cedro lleno
de cotorras, unas hablando de la corrupción de las otras y viceversa, haciendo
uso de la conocida cita de "quien esté libre de pecado que tire la primera
piedra", y si hubiera que ingresar en una prisión, se elige el lugar
adecuado y se vacía de otros presos. Tranquiliza pensar que todo lo aquí
enumerado no es más que un relato de ficción, porque si fuera cierto se
trataría de "UN PAÍS ROBADO"”. ¡Pásalo!
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