Las llamadas
"instituciones contramayoritarias" de nuestras democracias son las
encargadas de frenar a las mayorías –las que sostienen un gobierno–
cuando vulneran
derechos. Ahí están el Tribunal Supremo, el Tribunal
Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas...
Son las encargadas de hacer valer la "armonía" del conjunto, que a su
vez reposa en la Constitución como gran acuerdo social. Es insensato o
interesado pensar que el deterioro de estas instituciones se solventa sacando
las "sucias manos de los partidos" de ellas. La
pluralidad que les podrían inyectar los partidos sin duda es mejor que dejarles
en su recocido caldo corporativo. Basta pensar la cantidad de miembros
del Opus Dei entre los jueces en España, lo que
les impide ser un fiel reflejo de la sociedad española.
Los problemas de este
sistema son otros y más graves. Por un lado, que los partidos ya ni siquiera representan
intereses sociales diferentes, sino que son, a lo sumo, rehenes de su propia supervivencia. Los partidos están
"cartelizados" (en expresión de Katz y Mair), convertidos en máquinas
burocráticas empeñadas en su supervivencia (o en el interés que marque la
dirección). Igualmente, es inimaginable un liderazgo que trabaje para que los
problemas en nuestros países los pueda solventar la siguiente generación. Esa
idea de continuidad se ha roto. O la gloria es de ellos o no juegan.
Y como dijo hace un siglo Maurice Duverger, un diputado de derechas está más
cerca de un diputado de izquierdas que de sus propias bases. Que alguien piense
que de la confrontación entre el partido republicano y el partido demócrata en
los EEUU va a salir el interés general del país está mintiendo o soñando con
unicornios. Ya no reaccionan a sus propias vacunas. Los empresarios que dominan
en muchos países ya no entienden que a los que más les beneficia la democracia
liberal es a ellos, porque les evita que caigan en una guerra civil entre
empresarios que les destruiría. Y también que haya un levantamiento popular
al invalidar las declaraciones de derechos. Las diferentes
derechas han pasado de pantalla.
Los empresarios que
dominan en muchos países ya no entienden que a los que más les beneficia la
democracia liberal es a ellos
El otro problema grave
tiene que ver con las garantías. El interés general está expresado en el pacto
constitucional, en la idea de igualdad, en la obligación de los poderes públicos de
remover los obstáculos que impiden el libre e igual desarrollo de cada uno
de los ciudadanos y ciudadanas. Pero ese pacto no se cumple. Los
jueces, que debieran hacerlo cumplir –por ejemplo, el derecho a la vivienda, la sanidad o la
educación– no están dispuestos a hacerlo porque en realidad creen más en la
propiedad privada y en el statu quo que en la igualdad material. Los jueces no
hacen su trabajo y los medios
de comunicación –y el resto de dispositivos ideológicos, con una creciente educación
privada– te cuentan todos los días que no hay alternativa. Al final, si
denuncias el vaciamiento de la democracia liberal es porque eres un enemigo de
la democracia. Pero la verdad es que los enemigos de la democracia son los que
defienden estas democracias representativas vacías.
La derecha, que perdió
sus referentes teóricos y culturales después del fracaso de su aventura nazi-fascista-petainista-stepanbanderista,
etc., lo ha vuelto a recuperar, reivindicando aquellos años ya sin vergüenza.
Es la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, diciendo a sus fieles, después de su
victoria: "lo que antes defendíais en silencio, ahora lo vais a poder
defender con la cabeza alta".
Los enemigos de la
democracia son los que defienden estas democracias representativas vacías
En España, en verdad
nunca lo perdió, sino que, a la muerte de Franco y con la Transición, se cobijó
en las filas del Partido Popular, más moderados
en sus formas pero tranquilos sabiendo que nadie iba a pedirles cuentas por la
dictadura; que nadie iba a devolver lo robado a los republicanos; que Federico García Lorca y otros 114.000 republicanos
seguían desaparecidos en fosas y cunetas; que seguían ellos mandando en la
economía; que cuando pensaban que las cosas se excedían, podían dar golpes de
Estado de aviso (como en 1981); que podían montar grupos paramilitares como la
triple A o los GAL (en connivencia con el
PSOE de Felipe González); y que los republicanos se habían
tenido que comer a un rey, y no a cualquiera, sino a uno de los más
sinvergüenzas de la historia de los Borbones. Es conocida la frase de Torcuato
Fernández-Miranda, Presidente del Consejo de Estado y del Consejo del Reino:
"Hemos olvidado la guerra, pero no hemos olvidado ni olvidaremos
nunca la victoria". No en vano, Felipe VI, que es rey porque
es hijo de su padre, no va a acudir al
primer acto de recuerdo de la ignominia genocida de Franco, que asesino a
cientos de miles de españoles solo porque tenían otra idea de España
En la izquierda, por el
contrario, hay enormes rupturas en el continuum de
la emancipación, lo que tampoco ha usado para reinventarse. Por eso, no sabemos
ni cómo llamar a los que quieren volver al Antiguo Régimen,
a los que han vaciado la democracia, a los que controlan medios y jueces, a los
que construyen pruebas con policías corruptos, a los que se han infiltrado en
el ejército, a los que apoyan a Netanyahu, pese a ser
antisemitas, porque sueñan con hacer algo parecido con sus
"enemigos", a los que vuelven a tener aspiraciones colonialistas, a
los que entregan territorio nacional a los EEUU porque creen que así les va a
autorizar todos los desmanes con los que sueñan, a los que quieren desregular la economía y, al tiempo, quedarse todos los
contratos del Estado, a los que piensan que el voto no debe ser
igual para todos, a los que dispararían contra los inmigrantes que les sobran o
los que protestan en sus obras, campos o servicio doméstico.
No es que falte
pensamiento de izquierda. Seguramente hoy el pensamiento de izquierdas es más
sutil que el de hace 100 años. Por su volumen, es inabarcable y, sin embargo,
no ha servido para frenar el auge, otra vez, de la extrema derecha. Hace buenos
diagnósticos, pero yerra en las propuestas, que suelen ser pobres y más
defensivas que propositivas. La política que es útil
siempre ha nacido de los movimientos sociales (recordemos que
el movimiento social más relevante del siglo XX han sido los sindicatos de
clase). Dicho de otra manera, el pensamiento que se ha emancipado de lo
concreto tampoco parece muy relevante. Por eso las universidades, especialmente
las de ciencias sociales y humanidades, son útiles para construir ciudadanía
crítica (quien estudia una carrera de este tipo tiene más probabilidades de ser
mejor persona), pero no ayudan para armar la alternativa Como dice Santos,
"una teoría sin la práctica es inútil y una práctica sin teoría
está ciega".
Seguramente hoy el
pensamiento de izquierdas es más sutil que el de hace 100 años
Con la crisis de 2008 y
la falta de respuesta de la izquierda, la Europa que parió la reacción ha
vuelto. Alternative für Deutschland es primera fuerza en
Alemania, Rassemblement national, la
primera en Francia; Fratelli d'Italia gobierna
en la tierra de Dante; y la alianza del PP y VOX son la primera fuerza en
España. Y tienen el discurso de la decadencia nacional que
les autoriza a regresar a su ADN colonialista.
Europa ya no se siente
una potencia imperial, sino una fortaleza asediada. Ya no es el Occidente
arrogante, sino un espacio geopolítico a la defensiva. Ni Francia influye en África ni Gran Bretaña en Oriente ni España
en América Latina. Por eso Israel es un modelo para esta nueva etapa
de acoso: arrasar a los que te amenazan. Y ya no buscan explotar a la gente
(somos 8.000 millones de seres humanos), pero necesitan el territorio o
robarles minerales, agua, alimentos. Es la geopolítica sin gente.
Europa ya no se siente
una potencia imperial, sino una fortaleza asediada
¿Hay conciencia para un
cambio? ¿Hay posibilidad de organizar el descontento y el desconcierto? Hay
países –como México, Colombia, Venezuela– que lo están logrando, aun con
enormes dificultades y la opinión en contra del mainstream mediático. A Europa
le queda mucho trecho. Haría falta mucho ejemplo en las élites de la izquierda
para impulsar una alternativa. La individualidad, el egoísmo, el sálvese quien
pueda propios del neoliberalismo son sentido común que afecta también a las
fuerzas de la izquierda.
Con la Inteligencia Artificial, la capacidad de explicarnos va
a ir hacia abajo, porque vamos a perder la capacidad narrativa propia. El
liderazgo empresarial y tecnocrático, incluso virtual, nos disuelve, y el
fascismo, como en los años 20 y 30, nos entrega un uniforme (la moda), un
camino (la falta de empatía), un enemigo (los inmigrantes, las mujeres, la
izquierda), un sueño (volver a ser "grandes"), herramientas avanzadas
(las nuevas tecnologías) y un pasado heroico (la leyenda nacional). Con la IA y las redes, se abole el pensamiento crítico porque te
lo dan todo hecho y solo te queda entretenerte. Elon Musk es un
súper héroe porque lo puede todo, no porque esté dispuesto a ayudar a nadie.
Los influencers, son sus escuderos.
Elon Musk es un súper
héroe porque lo puede todo, no porque esté dispuesto a ayudar a nadie
Discurre este escenario
en un mundo donde los puntos de vista son todos igualmente cuestionables, donde
la ciencia está en cuestión, la universidad despreciada y los expertos son
superados por los charlatanes. "Tengo derecho a que me escuchen y por lo
mismo tengo derecho a no escucharte. Dame like. Eres
un loser". Opinar está a la altura de
demostrar, y la emocionalidad de un racista, de un homófobo, de un
elitista está por encima de la consideración igualitaria que debiéramos
reconocer a todos los seres humanos (un mandato del cristianismo y el islamismo
desde hace siglos). Como está pasando en la política, si la astucia ocupa el lugar de la sabiduría, no hay futuro.
La izquierda tiene
que dejar de estar a la defensiva. Volver a ser valiente. Pensar la parte de
"verdad" que está representando la derecha. Y entender que si les
llamas fascistas es porque caminan como un pato, graznan como un pato y nadan
como un pato. Es urgente decirles a los autoritarios que salen de la propia
democracia liberal que son ellos mismos la que la vacían con el objetivo de
frenar a la izquierda. No es tiempo de enredarnos en los nombres y sí de saber
que lo importante es el concepto (la negación de la igualdad). Y que tenemos
que estar dispuestos a hablar de capitalismo, como dijo Horkheimer, para poder hablar de fascismo. Es tiempo de
asumir que mienten a sabiendas y que así la democracia es imposible. No les
llames fascistas: son los de la "constitución", la
"democracia" y la "libertad".
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