SUPLEMENTOS DE NEGOCIOS
En
alguna ocasión, en mis más de cuatrocientos escritos de los últimos cuatro
años, quiero recordar haber manifestado ser un mal administrador de lo que he
poseído. Tengo la sensación de que siempre me administré mal: cuando era joven
por eso y ahora que ya no lo soy tanto quizás porque no sé ni lo más elemental
de economía. Las cuentas siempre me entusiasmaron, la razón matemática siempre
me atrajo, pero la austeridad nunca fue conmigo. Quién sabe si “porque tuve
algo más que los que me rodeaban” y porque, así mismo, atesoro el “defecto” del
altruismo, siempre fui un desastre desde el punto de vista administrativo… y,
obviamente, desde el económico.
Bien.
Pero el hecho de no saber nada de economía y de ser un mal gestor (no teman, no
lo voy a hacer, no tengo tiempo para la política, lo necesito para leer y para
aprender a escribir) no implica que se sea idiota o algo parecido y se trague
uno todos las necedades que la prensa –cierta prensa- le mastica en suplementos
de economía o de negocios. Y más si dichos suplementos son de la considerada
progresista y de izquierda.
El
caso es que, teniéndose por progresista pero sin apartarse de la razón de lo
que es el momento actual, cuesta trabajo entender como la prensa antedicha
trata, ahora que ya no gobiernan los suyos, de manipular medidas que éstos
debieron adoptar pero no lo hicieron porque, sencillamente, ni eran de
izquierda ni, por supuesto, progresistas, sino un grupo de pancistas
-favorecidos por una ley electoral impropia de una democracia- que habían
convertido el Estado en una “Lobbycracia” del Sr. Botín y unos cuantos
mandamases más de las grandes corporaciones.
Al
menos, la derecha está siendo un poco –aunque no lo suficiente, ni mucho menos-
más equitativa que los que se denominaron de izquierda sin serlo. Y a uno, que,
reitero, no es conservador en absoluto y no sabe de economía, le sorprenden
ciertas críticas como las que en el País Negocios se vierten el domingo 8 de
enero.
Para
empezar, el editorial se titula “ajustes recesivos”. Y claro, como no podía ser
de otra forma, habla de la contracción del gasto y la elevación de impuestos
como ajustes recesivos que alargarán la recesión. Pero, ¿por qué no pensar que
la contracción del gasto se refiere a tratar de corregir el despilfarro de los
Gobiernos anteriores -Central, Autonómicos y Locales- en lugar de que se trate
de disminuir la inversión en servicios sociales? Indudablemente, si no hay
inversión pública aumentará el paro; pero para que haya inversión del Estado
hay primero que recaudar los fondos necesarios y eso no se consigue derrochando
sino reduciendo Ministerios y Cargos y subiendo impuestos - progresivamente
como es el caso del IRPF- a todos aquellos que los pueden sufragar y no a las
clases menos favorecidas (lo que ocurriría si se sube el IVA) como hacían otros
que no hace falta nombrar. Y sin duda, intentando atajar la galopante economía
sumergida que anda por el 24% del PIB y supone unos 241.000 millones de euros,
por lo que bajarla diez puntos nos supondrían unos 40.000 millones de euros
anuales de recaudación adicional, suficiente para corregir el abultado déficit.
Cierto
que a los ricos y a las élites no se les está obligando a poner lo que en
justicia les corresponde (eso sólo ha sido capaz de hacerlo a lo largo de la
historia el republicano -o sea de derechas- Roosevelt, el más popular de los
Presidentes que han tenido hasta hoy los gringos, y consiguió con ello -y con
una enorme inversión pública- sacar a su país de la mayor recesión que ha
sufrido), pero hay algo nuevo sobre las SICAVs y ese aumento del IRPF para las
clases más altas, para los que más ganan, es bastante significativo. Bastante
más de lo que los falsos socialistas (los pancistas de este régimen que tenemos
ahora que, insisto, habían convertido el Estado en una “Lobbycracia”) se
propusieron nunca. Aunque, eso sí, lo de combatir el fraude fiscal de las
grandes corporaciones así como sus abusos en precios y facturación están, por
ahora, olvidados. Parece ser -sin entrar en la ingeniería contable- que las
diez mayores empresas del Ibex soportan sólo el 16% en lugar del 30% debido a
las deducciones y eso supone al Erario perder 5.000 millones de euros de
recaudación… y ganarlos ellos, obviamente.
Más
adelante, el País Negocios habla de que “otro recorte aún mayor aguarda a la
vuelta de la esquina”, y deja entrever, con muy mala intención, que será
después de las elecciones andaluzas, en un claro intento de acercar el ascua a
su sardina, ello a pesar de que todo indica que esa sardina ya no se va a asar.
Y, “ende luego” que lo de que “el único camino que se deja a las CCAA es el
tijeretazo del gasto” me parece muy oportuno teniendo en cuenta el brutal
endeudamiento de éstas debido al despilfarro, al enchufismo generalizado, al
despotismo y el nepotismo, la duplicidad de entes públicos para alojar a todos
los compromisos como Altos Cargos, personal de libre designación, y más y más.
Todo, sin dudar, intolerable en cualquier régimen político y mucho más en una
democracia en la que sólo directamente hay más de ¡cien mil personas! que viven
de la política y demasiado bien a costa de los sufridos contribuyentes.
Después
habla de que “el aumento de la recaudación recaerá sobre las clases medias” y
de que “la subida del IVA y de los impuestos especiales podría ser el próximo
paso”. Pues bien. ¿Qué tiene de malo que la recaudación recaiga sobre las
clases medias? ¿No sería peor que recayera sobre las clases menos favorecidas y
sobre esos millones de trabajadores que no llegan a los mil euros mensuales y
están condenados a no tener nunca nada, so pena de quedarse sin comer un día sí
y otro no? Además, dado el aumento progresivo, efectivamente, la recaudación
recaerá sobre las clases medias altas (lo que no les gusta a los socialistas de
la “nueva vía” que ya pertenecen a esta clase…, eso sí, gracias a sus
“merecimientos”, son casi todos Einsteinianos). Y, por favor, pedir a la
derecha que “persiga” a los ricos y a las élites es como pedir peras al olmo.
Pedirles “acosar” a las grandes corporaciones para que no ocurra, por ejemplo,
lo de que el impuesto de sociedades, el 35% establecido, sea sólo del 9,9% a la
hora de hacerse efectivo, es algo que está únicamente al alcance de las
democracias nórdicas y no al de un partido político conservador de esta farsa
que tenemos aquí. Pedir ahora todo lo que se tenía obligación de hacer como
formación progresista y de izquierda y no se tuvo agallas para acometer es de
una desvergüenza nunca vista. Proteger banqueros y capitostes, “artistas” y
faranduleros, deportistas de élite y a toda la inmundicia de la sociedad sólo
por asegurarse un buen sueldo y un puesto de privilegio para vivir a costa de
los demás engañando incluso a sus propios correligionarios, explica la catadura
moral de los líderes del partido socialista obrero (no se lo pierdan) español.
Líderes que, para colmo de males, han conseguido que hayan aumentado
considerablemente en nuestro país las grandes riquezas (el sector del lujo ha
crecido un 25%) y las desigualdades económicas merced a la corrupción, la
discriminación, “los monopolios”, el comportamiento empresarial abusivo, la
usura bancaria, etc., etc. Hasta el punto que quizás se pueda decir ya, sin
temor a errar, eso de que hay muchos multimillonarios en España que deben su
fortuna más al Estado que al mercado.
Los
socialistas (los socialistas no, los del PSOE, que son cualquier cosa menos
socialistas) parece que han querido darnos a entender que corrían el riesgo de
“intentar” reducir la desigualdad sin desestimular otros objetivos (inversión,
innovación, toma de riesgos, esfuerzos, productividad…) y lo que han logrado es
más desigualdad, más pobreza, más atraso, más pérdida de libertades, etc., todo
debido a su egoísmo y a su avaricia y a querer tener una posición en la
sociedad que no les correspondía ni por méritos ni por talento.
Así
pues, aunque el suplemento del periódico “El País” se empeñe en criticar ahora
todo lo que antes, no hace mucho, ocultaba deliberadamente, España, con casi
toda su etapa “democrática” gobernada por la socialdemocracia, es el único país
del mundo que, como ya dije en mi anterior escrito “¡Una maravilla de país!”,
ha empeorado en servicios y prestaciones sociales, pensiones públicas, poder
adquisitivo y salarios, educación, sanidad, justicia y, por supuesto, en estado
del bienestar entre otros menesteres; e, increíblemente, ha ganado en corrupción,
indecencias, estafa, opresión, desvergüenza, desempleo, mala educación y falta
de respeto, etc., etc., etc.
30-01-12
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