A UN
FUNCIONARIO PUNTO POR PUNTO
Antes
de contestar punto por punto a la carta que me dirige, quiero decirle que
aunque trata Vd. de ser cortés y correcto en su carta (y muy loable con los
funcionarios), al final suelta una coz que demuestra su total sentido de la
tergiversación, ya que, como se puede comprobar, no hago pública mi intención
de voto y afortunadamente aún no tengo hernia. Mis ideas, Sr., y ya entro en
los puntos, están tan claras como mis principios. Otra cosa es que el sistema y
los poderes establecidos, que estoy seguro no son los que Ve. Más desearía, las
acepten.
Ninguna
reivindicación de igualdad en la protección social de cualquier trabajador
debería ser técnicamente imposible y mucho menos económicamente difícil en un
país desarrollado. Es mucho más difícil pasear por la luna y mucho más caro y
se hace.
Sigo pensando, Sr., que los funcionarios son
privilegiados. Nadie, excepto ellos, goza de seguridad en el trabajo, algo muy
apreciable hoy en día. Y efectivamente hay muchos funcionarios que han
conseguido su plaza con un gran sacrificio y que reciben un salario por debajo
de la media que Vd. indica, pero también es bien cierto que hay funcionarios
que sólo tuvieron que aprenderse que España limita al Norte con el Mar
Cantábrico y los Montes Pirineos y “Prietas las Filas” (eso si, la canción
entera) para obtener su plaza y que cobran más de lo que debieran. En cualquier
caso, para mí, todo el que tiene que trabajar para vivir, funcionario o no, se
merece un gran respeto.
No
quiero pasar a otro punto sin contradecirle su loa al funcionario respecto al
horario de trabajo (para que este escrito resulte a los lectores algo más ameno
y un poco más divertido). En algunos casos, los menos lógicamente, el horario
de trabajo de los funcionarios a mi me trae a la memoria el famoso chiste de la
velocidad que seguramente conocerá Vd.: “Mi padre, que trabaja en la
Administración, sale de su trabajo a las tres y llega a casa a las dos y media.
No hay nada más rápido…“
En
lo de compartir la habitación de la Seguridad Social, tengo que reiterarle que
no padezco hernia alguna, y que espero que Vd. tampoco la padezca, pero si
ocurriera lo contrario, desde luego no me gustaría su compañía. ¡Con lo que
escribe Vd., cuanto no hablará! ¡Menuda Cruz!
Y
sobre su último punto, le diré que para poder gozar de la libertad de
pensamiento que Vd. dice es necesario que se te permita libremente expresarlo
sin temor a represalia, algo que, me da, está lejos de su ideología.
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