PARA SER FELIZ QUIERO UN CAMIÓN.
Así
se llama una canción famosa de los años 80 que interpretaba un grupo, quiero
recordar, llamado “Loquillo y …”.
Pero
la realidad del camión es bien distinta a la que expone esa canción: horas y
horas -parece que no se va a llegar nunca- conduciendo, siempre más de las
permitidas; días y días fuera de casa, fuera del hogar, fuera de la familia,
sin poder sentir esa caricia –lo mejor de la vida- de la esposa, de la
compañera, de…, antes del sueño y sin poder atender y aconsejar como lo hace un
padre los problemas del hijo o la hija jóvenes o con la incertidumbre, si es el
hijo el conductor, de saber si llegará; arriesgando cada día y a cada hora su
pellejo en esa “jungla” llamada carretera, autovía, autopista, que cada semana
se cobra un montón de vidas; con un salario muy justito para la vuelta a casa;
comiendo el plato del día de los restaurantes más baratos; sin nadie con quien
hablar en muchos casos y sin posibilidad de soñar despierto en que todo cambie
algún día porque el excesivo tráfico le obliga a tener permanentemente el
máximo de concentración (estresado, muy estresado); etc.; etc.; etc. y muchas
cosas más.
Quienes
se ponen al volante de un camión son hombres –y también alguna mujer ya-
toscos, pero honrados y solidarios. Trabajadores donde los haya, me da igual
que sea por cuenta ajena o por cuenta propia, dispuestos siempre a ayudar y
socorrer sin discriminación ni xenofobia. Trabajadores a los que no les va a
preocupar que la UE aumente –con la abstención de España, que no con el no- la
jornada laboral a 65 horas porque ellos ya las hacen. En definitiva, personas
que se merecen el mayor respeto y a los que ahora el Gobierno trata de
desprestigiar volcándoles encima a la sociedad porque piden y defienden –como
lo hacían antes muchos de esos que ahora que ya “viven bien” les tachan de
mafiosos- sus derechos, que alguien que manda lleva mucho tiempo sin atender y
ha logrado, lo normal, que se les hinchen las… amígdalas.
Sólo
hay unos responsables -no es necesario nombrarlos- de que el resto de los
ciudadanos suframos las consecuencias de esta huelga, que estaba ya cantada
desde el momento que se supo que el Estado había aumentado una barbaridad la
recaudación por el impuesto de los carburantes (debido a la subida del
petróleo) y le importaba un bledo que quienes necesitan el combustible para
realizar su trabajo y poder sacar adelante a su familia no pudieran afrontar la
situación, contradiciendo, tristemente, lo que dice la canción: “para ser feliz
quiero un camión”.
12-06-08
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