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sábado, 30 de julio de 2016

PARA SER FELIZ QUIERO UN CAMIÓN


PARA SER FELIZ QUIERO UN CAMIÓN.

 

Así se llama una canción famosa de los años 80 que interpretaba un grupo, quiero recordar, llamado “Loquillo y …”.

Pero la realidad del camión es bien distinta a la que expone esa canción: horas y horas -parece que no se va a llegar nunca- conduciendo, siempre más de las permitidas; días y días fuera de casa, fuera del hogar, fuera de la familia, sin poder sentir esa caricia –lo mejor de la vida- de la esposa, de la compañera, de…, antes del sueño y sin poder atender y aconsejar como lo hace un padre los problemas del hijo o la hija jóvenes o con la incertidumbre, si es el hijo el conductor, de saber si llegará; arriesgando cada día y a cada hora su pellejo en esa “jungla” llamada carretera, autovía, autopista, que cada semana se cobra un montón de vidas; con un salario muy justito para la vuelta a casa; comiendo el plato del día de los restaurantes más baratos; sin nadie con quien hablar en muchos casos y sin posibilidad de soñar despierto en que todo cambie algún día porque el excesivo tráfico le obliga a tener permanentemente el máximo de concentración (estresado, muy estresado); etc.; etc.; etc. y muchas cosas más.

Quienes se ponen al volante de un camión son hombres –y también alguna mujer ya- toscos, pero honrados y solidarios. Trabajadores donde los haya, me da igual que sea por cuenta ajena o por cuenta propia, dispuestos siempre a ayudar y socorrer sin discriminación ni xenofobia. Trabajadores a los que no les va a preocupar que la UE aumente –con la abstención de España, que no con el no- la jornada laboral a 65 horas porque ellos ya las hacen. En definitiva, personas que se merecen el mayor respeto y a los que ahora el Gobierno trata de desprestigiar volcándoles encima a la sociedad porque piden y defienden –como lo hacían antes muchos de esos que ahora que ya “viven bien” les tachan de mafiosos- sus derechos, que alguien que manda lleva mucho tiempo sin atender y ha logrado, lo normal, que se les hinchen las… amígdalas.

Sólo hay unos responsables -no es necesario nombrarlos- de que el resto de los ciudadanos suframos las consecuencias de esta huelga, que estaba ya cantada desde el momento que se supo que el Estado había aumentado una barbaridad la recaudación por el impuesto de los carburantes (debido a la subida del petróleo) y le importaba un bledo que quienes necesitan el combustible para realizar su trabajo y poder sacar adelante a su familia no pudieran afrontar la situación, contradiciendo, tristemente, lo que dice la canción: “para ser feliz quiero un camión”.                                     

12-06-08                                                              

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