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MADRID, 4 (OTR/PRESS) Casi era mejor cuando el
Senado no servía para nada, pues la utilidad que le ha encontrado el Partido
Popular, que campa alegre y desinhibidamente en él con su mayoría absoluta,
es, en verdad, turbadora. Así como el Bernabéu, un estadio de fútbol en el
centro de la ciudad, acoge atronadores conciertos de música ligera para
espanto del vecindario, el Senado, un ágora del legislativo en el centro de
la democracia, parece prestarse a acoger aquelarres de la ultraderecha
internacional para espanto de la ciudadanía. Puede decirse, a la vista de lo visto en el curso de
la llamada VI Cumbre Transatlántica en la Cámara Alta, que el Senado se ha
convertido en el Bernabéu de lo más reaccionario de que se tiene noticia. Presentado como un cónclave de defensores de la
vida, no parece que algunos de sus participantes se adhieran mucho a tan
admirable propósito. Profanando el espacio destinado a los senadores electos
con mejor o peor juicio, pero electos, deambuló por allí, sin ir más lejos,
una señora que atiende al nombre de Lucy Akello, parlamentaria ugandesa que
defiende la necesidad de castigar severamente a las personas homosexuales,
incluso con la pena de muerte, o, sin alejarnos mucho tampoco, un tal George
Peter Kaluma, parlamentario de Kenia, que, algo más clemente, se conforma con
propinarles la cadena perpetua. Éste, Kaluma, no se sabe si asistió
finalmente, pues dejó de aparecer en los carteles a última hora, aunque su
espíritu estaba, con toda seguridad, allí. En semejante Valpurgis se escucharon cosas que la
mente, cualquier mente en sus cabales, trata de expulsar de ella por decoro,
pero el que pronunció las más jugosas, las más definitorias de lo que allí
realmente se cocía so capa de defender la vida, la familia y demás, fue, como
no podía ser de otra manera, el presidente de la Cumbre, nuestro Jaime Mayor
Oreja, que con su meliflua prosodia dejó el listón tan alto que ni un Milei,
ni un Trump, serían capaces de rebasar, o sí. Desde que la esclavitud, que
comparó con la interrupción voluntaria del embarazo, era una cosa que estuvo
un tiempo de moda (sic), hasta que los científicos se están pasando en masa
"a la verdad de la creación frente al relato de la evolución", su
discurso no pudo dejar, en puridad, indiferente a nadie. Ni a los suyos, ni a
todos los demás. Dichosos tiempos aquellos, en fin, en los que el Senado no
servía para nada. |
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