Marcos López 17/12/2024
Una imagen
del juicio a la red valenciana de la Gürtel, paradigma de la corrupción.
Más de treinta causas por corrupción siguen persiguiendo al Partido Popular
después de cinco años. El ejercicio que se cierra ha conocido al menos 30
sumarios como Gürtel, Lezo, Púnica, Erial, Taula,
Tándem y otros con varias decenas de exdirigentes populares
procesados.
Ahora que el PP se empeña en crear el ambiente de putrefacción total en
el PSOE (tratando de devolvernos a los años noventa
del felipismo decadente) es buen momento para recordar que el fenómeno de la
corrupción, hoy por hoy, afecta más a la derecha que a la izquierda. Tratar de
comparar el caso Koldo o el caso Begoña Gómez con
la trama de corrupción generalizada y sistémica que corroe a Génova 13 desde
hace más de un lustro resulta sencillamente patético. Es cierto que Sánchez tiene un grave problema con el exministro
Ábalos, pero no es menos cierto que el PSOE ha apartado de inmediato
al exdirigente socialista del partido, que hoy por hoy sigue aislado en
el Grupo Mixto. Ábalos ya no es nadie en el partido
socialista, una situación que contrasta con la gestión que el PP ha venido
haciendo de las diferentes tramas o causas abierta por corrupción. Ferraz ha
sacado la manzana podrida del cesto con celeridad, eso es un dato empírico,
incluso antes de que el exministro de Transportes sea procesado; en Génova, sin
embargo, se ha mantenido a corruptos en el poder nacional y autonómico, en el
Parlamento, en el Senado y en los ayuntamientos, todos ellos amparados y
protegidos por la dirección nacional del partido durante años. Y no solo eso,
para la historia quedará aquel día en que Mariano Rajoy, tras estallar el
caso Gürtel y la catarata de asuntos que se le venía encima,
dijo aquella frase para la historia de que “esto no es una trama del PP, es una
trama contra el PP”.
La forma en que el PSOE y el PP están enfrentándose a asuntos turbios es
radicalmente opuesta, distinta. Los socialistas han puesto el listón muy alto,
tolerancia cero con los corruptos, mientras que los populares han escondido la
cabeza debajo del ala, han mirado para otro lado, han sido condescendientes e
incluso han defendido a sus imputados pagándoles los abogados con dinero del
partido.
Desde Ferraz se asegura que no dan crédito a que el PP, símbolo de la época
de los “SoPPrano” (ironizan), salga a dar lecciones dando
credibilidad a las denuncias por soborno contra los socialistas del
empresario Víctor de Aldama cuando es el
propio partido conservador quien acumula decenas de casos abiertos en los
tribunales. En un documento interno del partido, enumeran las más de 30 causas
que actualmente el PP tiene sobre la mesa por presunta corrupción vinculada a
los suyos o a su entorno. “La tarea de aglutinar en un mismo documento todas
las causas pendientes del Partido Popular en los juzgados es ingente, por la
cantidad y la dispersión en diferentes tribunales. Puede que en la siguiente
relación haya alguna causa desactualizada, aunque hemos tratado de comprobar
todas y cada una con diferentes fuentes”, añaden desde Ferraz antes de exhibir
una enorme tabla con los nombres, la causas y el estado de instrucción en el
que se encuentran los diferentes procedimientos contra los populares.
Son muchos los sumarios conocidos y variopintos que van desde Alberto González Amador, pareja de la presidenta de la Comunidad
de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hasta las piezas separadas de
Kitchen, Gürtel, Púnica, Tándem, Lezo o Novo, entre otras muchas, informa El Plural.
El estilo PP consiste en negarlo todo, pero también en defender al corrupto
como si se tratara de una organización más parecida a Cosa Nostra que a una fuerza política democrática.
Pero fue, sin duda, Mariano Rajoy, quien hizo más esfuerzos y malabarismos
retóricos para dar amparo al compañero de partido mangante o “chorizo”. Uno de
los trucos más utilizados por el exdirigente popular consistió en mentir
descaradamente. “Quiero dejar claro que el partido no ha recibido ni un solo
euro de las personas implicadas en el asunto que nos ocupa”, dijo Rajoy. Hoy el PP es el primer partido condenado por
corrupción de la democracia (en este caso como partícipe a título lucrativo), e
incluso se ha llegado a demostrar que pagó la reforma de su sede con dinero
negro. Pese a ello, Rajoy insistió una y otra vez en defender lo indefendible:
“Quiero dejar claro que el partido no ha recibido ni un solo euro de las
personas implicadas en el asunto que nos ocupa”.
Otra evasiva habitualmente empleada por el PP cuando se ve en apuros con
la Justicia tiene que ver con la falsa promesa de
regeneración. En realidad, es una mentira más, el PP jamás ha acometido medida
alguna para acabar con la corrupción en su seno, más allá de aprobar un código
ético que nadie cumple. “Quiero afirmar, y el comité ejecutivo también, la
honorabilidad de nuestro partido. Y si algún militante del partido hubiera
hecho algo reprochable, quiero decirles a ustedes que actuaremos con toda la
contundencia”, dijo Rajoy en su momento. Otra falacia más. A día de hoy, no se
conoce el caso de un político del partido que haya sido duramente castigado
tras ser cazado en alguna trapacería.
Otra de las armas de la que suele tirar el PP cuando es cazado in fraganti
consiste en arremeter contra las instituciones democráticas o incluso contra la
propia Justicia. “Nunca en España, ni con Adolfo Suárez de presidente, ni
con Leopoldo Calvo Sotelo, ni con Felipe González, ni con José María Aznar se
había hecho un uso tan partidista de la Fiscalía como ahora”, se lamentó Rajoy.
Y añadió: “El Partido Popular cree que el juez Garzón [instructor del caso
Gürtel] debe abstenerse en esta causa en beneficio de la credibilidad y de la
imparcialidad de la Justicia. Y el Partido Popular que hoy presentará su
escrito de personación en esta causa, pedirá la recusación del juez Garzón”. Es
decir, cuando un juez o fiscal descubre un asunto turbio en Génova 13 se le
asfixia o acosa de forma pertinente. Qué mejor ejemplo que la caza de brujas
emprendida desde la Comunidad de Madrid de Ayuso contra el fiscal general del
Estado, Álvaro García Ortiz, por airear los presuntos fraudes fiscales del
novio de la lideresa. Pablo Casado, el defenestrado anterior dirigente
conservador, sabe muy bien que quien se atreve a destapar la corrupción en el
PP lo paga muy caro. La ley del silencio rige en la Famiglia.
El último gran error de los dirigentes del PP, también del actual
líder, Alberto Núñez Feijóo, consiste en pensar que la
corrupción no le pasará factura. “Quiero que los votantes del Partido Popular
se sientan orgullosos de su partido y vamos a tratar con responsabilidad, con
valentía, con justicia y con sentido común un asunto que en una democracia
normal no se puede volver a producir porque no se ha producido en España algo
parecido desde 1977”, decía Rajoy en medio del chaparrón de escándalos
judiciales. Es obvio que en aquella época no existía Vox, de
manera que el PP mantenía una posición hegemónica en la derecha española, pero
hoy los ultraderechistas de Abascal (también los de Alvise Pérez, jefe de SALF)
pescan en el caladero de los indignados de ese conservadurismo clásico o
tradicional español que apesta a corrupción y a caciquismo sin que nadie tome
cartas en el asunto. Por eso hará mal Feijóo en sacar pecho de algo de lo que
no puede ni debe presumir. Su partido no está limpio, tiene casos abiertos y
coleando en los juzgados para varios años y, hasta donde sabemos, Génova sigue
tolerando a sus corruptos. Mal negocio.
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