Diversos autores proponen soluciones para evitar que la extrema derecha siga avanzando en países como Francia y Alemania, claves para la construcción europea
Marcos López 06/12/2024
La Quinta República Francesa al borde del colapso,
con Macron contra las cuerdas y la ultra Le Pen acariciando el poder; Alemania
a las puertas de unas elecciones donde el partido heredero del nazismo,
Alternativa para Alemania, podría dar la sorpresa y pasar a la primera línea de
la política por primera vez desde la derrota de Hitler en 1945.
La Italia reaccionaria de Meloni, el nacionalismo postsoviético de Orbán en
Hungría, el catolicismo más ortodoxo en Polonia, los países escandinavos (hasta
hace no tanto símbolo de la socialdemoracia y del Estado de bienestar) en manos
de ultras y el Reino Unido fuera del proyecto de construcción europea por un Brisita
alentado por los sectores más fanatizados del país. La Unión Europea se
encuentra en una encrucijada histórica, hasta tal punto que muchos pronostican
que no podrá superar el envite y terminará fracturándose hasta volver a las
fronteras anteriores a la Segunda Guerra Mundial. ¿Se puede revertir la
situación para que la democracia vuelva a ganarle la batalla al totalitarismo
de nuevo cuño?
William Galston, reconocido politólogo, propone algunas medidas para frenar
el auge de los partidos de extrema derecha populistas, tal como se recoge en un
informe presentado en mayo de 2023, durante las XXVI Jornadas sobre la Unión
Europea en la Universidad de Castilla La Mancha, donde se concluye que la
extrema derecha representa un peligro para la UE “porque nace en el seno de la
democracia, pero tiene el poder de destruirla o modificarla”. El estudio,
realizado por Carmen María Espinosa Aliaga e Isabela Serrano Ocampo, destaca
las aspiraciones autoritarias de los nuevos movimientos populistas para
lograr la desestabilización del viejo continente. Entre las medidas para salvar
la democracia se encuentran la protección y refuerzo de aquellas instituciones
que la sustentan, “esto es, la libertad de prensa, la separación de poderes, la
libre asociación de la sociedad civil y el estado de derecho, modernizándolas y
haciéndolas más transparentes y sensibles a la voluntad popular, de manera que
sean más eficaces”, según el citado informe.
Por otra parte, es importante que aquellos partidos democráticos no
populistas “respondan de forma correcta a los discursos populistas, desde un
razonamiento crítico que no haga tambalear sus creencias; se trata de no entrar
en el juego populista”. Galston también insiste en la importancia de aplicar
políticas económicas que respondan a las necesidades de todos los sectores de
la ciudadanía, ya que la fortaleza de la democracia se encuentra en su
capacidad para responder a las demandas de la población a través de reformas.
De su propensión a la autocorrección depende su supervivencia. Por último, con
respecto al uso de redes sociales por parte de estos movimientos reaccionarios,
es importante que la UE y los países democráticos “limiten el avance del
discurso populista, es decir, combatan sus estrategias comunicativas”, según el
citado informe. Mecanismos como los cordones sanitarios, establecidos
en Alemania o Francia, para limitar su acceso a las instituciones e
incluso establecer ciertos límites a “sus prácticas comunicativas en las redes
sociales cuando sus mensajes inciten al odio, la manipulación, la
desinformación y la intolerancia, ya que la libertad de expresión carece de
fundamento cuando lo que se pretende es limitar la de otros”. Pero, sin duda
alguna, lo más importante es la conformación de un discurso que permita ser
transparente con los ciudadanos, que sea crítico, razonable y exhaustivo con
respecto a los principios de la democracia y derechos humanos.
En su libro Populist radical right parties in Europe,
Cas Mudde (politólogo neerlandés autor de varios estudios sobre la extrema
derecha y el populismo en Europa) distingue tres características comunes a
todos los partidos de extrema derecha en Europa: el nativismo, el autoritarismo
y el populismo. El primero, hace referencia a la ideología basada en que la
nación debe estar poblada únicamente por nativos de la misma y que elementos no
nativos son una amenaza para el Estado. Se trata de una respuesta por parte de
una serie de sectores de la población dentro de unas fronteras nacionales, ante
los cambios producidos por la globalización, como el libre movimiento de
personas, capitales y mercancías, lo cual ha provocado transformaciones
profundas en la composición social, económica y política de sus países, que han
puesto en entredicho su tradicional posición privilegiada. El autoritarismo, por su parte, no implica una actitud necesariamente
antidemocrática, sino una percepción muy ordenada y rigurosa de la
sociedad donde se castigue seriamente las infracciones y el crimen, es decir,
existe un gran valor por la ley y el orden. El populismo, o también denominado
sectarismo político populista, se refiere a la ideología que sostiene que la
sociedad se divide en dos grupos antagónicos, uno conformado por “el pueblo
puro” y otro por “la élite corrupta”.
Según el informe de Carmen María Espinosa Aliaga e Isabela Serrano Ocampo
existen numerosos factores que han propiciado un auge de los votos hacia
partidos populistas de la extrema derecha, entre ellos, las crisis económicas
(con la consiguiente pérdida de nivel de vida de las clases trabajadoras), los
flujos migratorios y culturales en Europa (miedo al extranjero), el deterioro
de la clase media europea, así como “un creciente miedo al terrorismo y a los
nuevos movimientos sociales como el feminismo”, asegura el citado
informe. “Esta tesis de los perdedores de la globalización, que
sostiene que las transformaciones económicas, culturales, sociales y políticas
producidas por el contexto de la globalización ha introducido un nuevo eje de
conflicto que distingue a los ganadores y perdedores de la globalización, es la
que ha propiciado este descontento por parte de la clase media, la cual se
asocia como los perdedores”, añade el citado estudio. Este escenario antagónico
ha desencadenado un claro rechazo por parte de estos “perdedores de la
globalización” al establishment financiero, económico y cultural que ha
conformado el modelo en el que vivimos actualmente.
Otro de los factores que ha contribuido a crear este caldo de cultivo han
sido las redes sociales y la desinformación. Las famosas cookies que aceptamos
cuando estamos navegando por internet son empleadas para saber nuestros gustos,
intereses, ideología, opiniones, etc., es decir, son utilizadas para que el
propio sistema se retroalimente y sepa qué nos va a interesar. La extrema
derecha ha experimentado un auge significativo en Europa en los últimos años,
con partidos como Hermanos de Italia, Le Pen en Francia y Viktor
Orban en Hungría, logrando “resultados electorales históricos”. El
aumento del apoyo a la extrema derecha ha sido motivado “por la politización de
temas como la integración europea, los derechos de las minorías y la soberanía
nacional, así como una respuesta a los cambios provocados por la globalización
y la inmigración”.
En el caso de España y Portugal, se han convertido en los últimos países en
los que han emergido fuerzas radicales populistas. En ambos casos la extrema
derecha ha crecido “a expensas del voto de los conservadores, un fenómeno que
se repite en muchos otros estados, donde la derecha conservadora tradicional
ahora se enfrenta a una nueva extrema derecha, que absorbe los votos de la
población que antes votaba a la conservadora tradicional”, añade el informe.
Estos partidos ultras “han crecido y se han consolidado tanto que ya no
conforman sólo un voto de protesta, sino que cuentan con programas políticos
amplios y cubren áreas de partidos tradicionales, pero de una manera
diferente”. Los partidos de derecha tradicionales han decidido responder a este
auge de la extrema derecha desde dos posturas claras: con el aislamiento y
rechazo completo a estos partidos o con la adopción de muchas de las medidas
por las que estos abogan, dando un giro aún más conservador a sus programas
políticos, de manera que puedan volver a atraer a esos votantes que ahora votan
a los antisistema.
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