¿HONOR? NINGÚN HONOR (I)
Según
reza en la RAE, tener honor entraña poseer la “cualidad moral que nos lleva al
más severo cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros
mismos”. Pues bien, ahí está: el político español, de cualquier signo (y algún
que otro funcionario sometido al régimen actual por conveniencia), ha perdido
algo tan nuestro como era el honor, lo que en el argot taurino llaman “la
vergüenza torera”; en mi opinión, algo de lo que en pocos países -el Reino
Unido y algún que otro más- pueden enorgullecerse los que se dedican al
servicio de la ciudadanía. Actualmente ocupamos el puesto 59 del ranking
mundial de la corrupción; sólo Grecia, Italia, Corea del Sur, Turquía y Hungría
están por debajo de nosotros entre los Estados de la OCDE. Deshonroso, para
avergonzarse; inexplicablemente, se mire por donde se mire, al nivel de más de
una Dictadura.
“Estamos
en manos de incompetentes que además carecen de escrúpulos” ha dicho un famoso
escritor refiriéndose al Gobierno actual. Dicho en plata: para una “pluma”
excepcional, un Gobierno carente del más mínimo atisbo de honor. Pero esa
afirmación, aunque pueda estar muy cerca de ser cierta (a mí parecer,
excesivamente dura y que deja al descubierto el plumero de su autor), no
revaloriza a los anteriores gobernantes que se merecen, si cabe, una crítica
mayor y más despiadada. Especialmente si nos referimos a los Gobiernos “socialistas”
(en España, a tenor de lo visto, tan de derechas como la propia derecha) por lo
incontestable que resulta que te engañe “tu propia familia” que es lo que
hicieron estos con los pobres, los parados, los obreros, los pensionistas, los
contratados laborales de las Administraciones, etc., etc., y con los jóvenes; en definitiva, con los más
desfavorecidos. “Qué nada sirva ya nunca de nada”, o sino nunca en mucho
tiempo, parece que es la norma que nos va a regir en los próximos tiempos. Es
decir, ningún “orgullo”, ni el más mínimo honor, sólo descaro, indignidad,
cinismo, desvergüenza, impudor…
Ya,
sin ningún género de dudas, todos los políticos -incluidos los ilusos que no lo
harán probablemente nunca- persiguen gobernar para expoliar a la ciudadanía y
llenarse las escarcelas aunque en lugar de reducirse las desigualdades sociales
se acrecienten y se agranden las “diferencias” de todo tipo; cómo no, amparados
en la legislación vigente que ellos mismos han instituido y cuidan con esmero
para que no cambie, cuando menos, en lo esencial. Consulten estas dos leyes de
1985 y quizás me den la razón: la ley de Cajas de Ahorros, ¿para poder
“delinquir”?; y la ley del Poder Judicial, ¿para que la Justicia lo tenga
difícil “manejándola”? Sí, consúltenlas y después hablamos.
Una
legión de oportunistas escritores y contertulios, entre ellos, ¡lástima!,
alguno de reconocida valía (gente que presume de ser de izquierdas, pero que no
protesta a la hora de que se aplique un precio abusivo a sus libros -con los
que ganan millones de euros- o al de sus intervenciones en cualquier foro y que
viven al modo y manera de los pudientes más recalcitrantes sin importarles lo
más mínimo sus propias opiniones), no tiene el menor reparo en criticar
agudamente a toda la gente del Gobierno actual (igual lo harán con el que venga
después, sea del signo que sea) por todo lo que acontece; aprovechando, para
achacarles la culpabilidad de todos los males, de todas las cosas que para
ellos están mal afrontadas en nuestro País, pero sin pararse a pensar que el
negligente deterioro viene de atrás y son los anteriores gobernantes,
gobernantes de la mayor parte de esta mezcolanza de simulacro democrático, en
buena lógica, los máximos responsables -que no los únicos- del descalabro que
nos envuelve. Así, sin ánimo de filosofar (¡qué más quisiera yo!), y con
perdón, tan eminentes personalidades deberían meditar sobre si una “excesiva
animadversión” por cómo piensan y actúan algunos -o alguien en particular- y
una “excesiva simpatía” (aunque ésta esté “escondida” y sólo aparezca en algún
ramalazo al igual que su efímera crítica para disimularla) por como especulan y
proceden sus homónimos, por sí o por no, sólo denota estupidez, ingenuidad,
majadería, desatino, bobería…”. Y
aunque, matemáticamente, las promesas electorales no se están cumpliendo (como,
por otra parte, sucede siempre aquí y en la mayoría de los otros países
“democráticos” por diferentes motivos, entre ellos el mucho cinismo al prometer
lo que es difícil poder cumplir), no se puede hacer algo, como una especie de
campaña de ensañamiento, contra los que “acaban de llegar” que, dicho sea de
paso, cuya manera de proceder (de derechas, como, lógicamente, de ninguna otra
conducta se podía esperar) no debería ser tan alarmante para algunos viendo el
daño que ellos, recientemente, han infringido al completo de la ciudadanía si
se exceptúa la Banca, la Gran Empresa, la Farándula y la Riqueza en general.
Sabiéndose, sobre todo, que quienes acometen tan duras “críticas” son personas
muy leídas y de gran influencia y lo hacen además en los medios de mayor
difusión que, obviamente, eran antes “económicamente ayudados” para poderles
pagar a ellos sus más que generosos emolumentos por remachar cada día lo mismo,
prácticamente, que el día anterior.
No
estoy en absoluto conforme con cómo actúa la derecha, con cómo actúan los
populares, pero también estoy radicalmente en contra de cómo actuaron -lástima,
porque seguro que lo volverán a hacer- y actúan los “socialistas” donde siguen
teniendo chance como es en Andalucía; ya que, no hace falta demostrarlo porque
es axiomático, lo hacen al modo y manera de la derecha más retrograda y más
infectada de populismo barato. El bipartidismo que nos ha tocado vivir, es de
derechas pura, dura y retorcida, aún más que el de muchas Dictaduras, igual da
que lo quieran “esconder” de la forma más engañosa posible como si lo quieren
“disfrazar” con máscara democrática… Quizás, porque todas las políticas son en
sí -como ya quiero recordar he dicho en alguna otra ocasión- de derechas desde
el principio de los tiempos; y pienso que sólo hay una acepción que las puede
regenerar que se llama “progresismo”, pero que, obviamente, interesa poco o
nada al caciquismo rehabilitado y, en la mayoría de pueblos y ciudades,
redimido.
En
fin. Como muestra de lo corrupto que ha resultado el sistema democrático ahí
están los casos de Puyol (el muy honorable), Bárcenas, Gürtel, los ERES de
Andalucía, la CCAA valenciana, Galicia, el País Vasco y Navarra, Murcia,
Castilla la Mancha, Extremadura (no va tardar en saltar alguna gorda, y sino al
tiempo), etc., etc. Es decir, todo el País (político) está infectado por “el
virus de la mano en el cajón”, incluidos un sinfín de mandantes de todas y cada
una de las Administraciones y sin excluir Ayuntamientos pequeños y menos
pequeños. De modo que, no es justo generalizar, pero para que alguien esté
fuera de sospecha hay que dar muchas vueltas; para encontrar alguien con honor
hay, poco menos, que despellejarse.
Por
lo que viene a continuación, no quiero parecerme, remachando, a los
contertulios citados en este escrito, pero para un escribidor es bastante
difícil no hacerlo cuando falla la formación y se niega uno a aceptar la
“curtura”.
Haber.
¿Depende de la economía el honor? Quizás no, pero no hay duda de que es un
factor muy a tener en cuenta. Si, en la función pública, no se es honrado, si
no se tiene honor, si se roba y se expolia, todo lo que se hace conduce al
drama de mucha gente que confió, sin pestañear en muchos casos, en los que los
gobernaban. La economía lo trastoca todo si no es la adecuada (que si lo es
para unos pocos solamente) y lo soluciona todo si es la idónea (pero trastoca
la de unos pocos, y eso…) Si se pierde el honor económico, si se roba y se
expolia, evidentemente, se pierde el rumbo preciso para llevar a cabo lo justo
y necesario que precisa una sociedad para vivir y desarrollarse. Si te han
extorsionado hasta dejarte “limpio”, como se hizo (y, desgraciadamente, se
sigue haciendo) con muchos millones de españoles, ¿qué puedes hacer que no sea
rebelarte e intentar “apedrear” para que te devuelvan los medios usurpados? Es
decir, si el dinero de todos se lo han quedado unos pocos sin escrúpulos, sólo
queda un camino, aunque muy tortuoso: la insumisión total.
Si
tan solo van a poder vivir “cuatro” a cuerpo de Rey (todos los políticos entre
estos), al menos, que se paguen ellos los servicios que antes le pagábamos
entre todos. Porque los ciudadanos pagamos impuestos (con ello cumplimos
nuestra parte del “contrato” con el Estado) para tener derecho a Educación,
Sanidad, Infraestructuras, Servicios Sociales, Seguridad, Justicia
independiente, Política honesta, Etc., Etc., dignos y no depauperados por la
rapacería de la Banca, la Gran Empresa, la sinecura Sindical, el Organigrama
interminable de cualquier Administración para dar cobijo a primos, parientes y
amigos (incluidas esas Mancomunidades de Municipios -con sus canonjías
correspondientes- creadas para implantar todo tipo de cánones), y los Políticos
de todos los calibres.
Y,
no queda más remedio que hablar directamente del socialismo español, que, se
quiera o no se quiera, es, a mi modo de ver, el más culpable (sin desechar a
los populares que han hecho “lo mismo” donde han podido) del “saqueo
democrático” de que hemos sido víctimas una gran mayoría de españoles
gobernados sin ningún honor.
Pero
eso, para no agobiar en demasía, será “mañana”. Disculpen.
29/08/14
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