Vivimos en la España zombi en la que una buena parte de la población ya no responde a razones. El Gobierno debería haber aprendido ya que lo que tiene delante no se combate con argumentos
GERARDO TECÉ 4/11/2024
El Estado es que un bombero, un militar o un médico aparezca por tu calle
destrozada. Si pasadas las horas y pasados los días nadie aparece, no hay
Estado, sino fracaso y horror. Un fracaso y un horror rotundos e indiscutibles.
Pónganse en la piel de esos vecinos valencianos abandonados sin agua, luz ni
comunicaciones, pero con mucho miedo. Entenderán bien su ira contra el Estado.
Contra todo él, porque nada de él apareció cuando más se le necesitaba.
Repartir culpas mirando el organigrama del Estado español es tan sencillo como
insuficiente. Por supuesto que es la máxima autoridad del Estado en Valencia,
el presidente de la Generalitat Valenciana, el responsable de no haber tomado
medidas ni de haber avisado a la población de la emergencia. Es Mazón el máximo
responsable de que, una vez producida la catástrofe, la ayuda necesaria no
apareciese como debía. Es evidente que no ha cumplido ninguno de sus cometidos,
pero ampliemos el foco. Carlos Mazón pertenece a una derecha española que no
entiende el Estado como el bombero o el médico que aparece para ayudarte, sino
como una herramienta con la que controlar contratos, jueces, medios de
comunicación y policía. Poco más. En ese sentido la derecha que gobierna el
territorio valenciano, y que presumía de haber cerrado la Unidad Valenciana de
Emergencias, ha actuado de manera coherente. No tanto la izquierda que gobierna
desde La Moncloa y que ha permitido que sea el modelo de Estado de la derecha
–un Estado raquítico y privatizado– el que se implemente sobre el terreno en
una de las mayores catástrofes naturales vividas en el último siglo en Europa.
Al contrario que Mazón, Sánchez tenía una doble tarea. Por un lado, la que
cumplió, consistente en hacerle llegar a la Comunidad Valenciana todos los
recursos necesarios. Por otro, la que no cumplió: imponer el modelo de Estado
de la izquierda y del 99% de la población española cuando las cosas se ponen
feas, consistente en que el bombero, el militar o el médico aparezcan por
aquellos pueblos arrasados por la DANA lo
antes posible. Que la ultraderecha se haya apropiado estos días del “solo el
pueblo salva al pueblo” es la demostración del fracaso de un Estado que en
España sólo la izquierda cuida y defiende. Y la izquierda, sin la idea de un
Estado eficaz, no es nada.
Dicen los gurús de La Moncloa que no era conveniente cesar de sus funciones
a Carlos Mazón porque tener que instaurar una nueva cadena de mando hubiera
retrasado más, si cabe, la presencia y operatividad en las zonas afectadas. El
argumento tiene lógica, pero choca de lleno con la realidad vivida por miles de
valencianos abandonados a su suerte por el Gobierno autonómico de un PP incapaz
de reaccionar y gestionar durante días. ¿Hubiera sido peor aún la gestión?
Nunca sabremos cómo hubiera sido el relato de esta historia si el mismo martes
por la noche, consumada la dejación de funciones, el Gobierno central hubiera
decidido desplazar de sus funciones al inútil Gobierno de Mazón. El mayor de
los daños, la pérdida de vidas provocada por la inacción del Gobierno
valenciano, ya estaba hecho, pero un Ejecutivo de izquierdas estatal no debería
haber renunciado a hacerse con el control cuando todo indicaba que la derecha
autonómica sería incapaz de gestionar lo que estaba por llegar. Y así ha sido.
La derecha española siempre va a estar dispuesta a provocar crisis
políticas, desinformación y caos
Otro de los argumentos esgrimidos para no destituir a Mazón, lógico sobre
el papel, es que bastante teníamos con una crisis humanitaria como para iniciar
una crisis política arrebatándole competencias a un Gobierno del PP
democráticamente elegido por los valencianos. Este es, quizá, el argumento más
inocente de todos. La derecha española siempre va a estar dispuesta a provocar
crisis políticas, desinformación y caos si eso le beneficia de algún modo, no
importa el drama humanitario que tengamos entre manos. Si Sánchez hubiera
decretado el estado de emergencia arrebatándole las competencias a Mazón, es
decir, cesando a un presidente del PP, por supuesto que se hubieran encargado
de hacerlo responsable del desastre. Pero también lo hacen ahora. Si eres capaz
de exigir la dimisión del presidente del Gobierno por no haber cesado a un
dirigente de tu propio partido al que, al mismo tiempo, alabas por su buena
gestión, eres capaz de absolutamente todo.
Vivimos en la España zombi. Una
España en la que una buena parte de la población ya no responde a estímulos
vitales básicos ni a razones. El Gobierno debería haber aprendido ya que lo que
tiene delante no se combate con argumentos, porque los argumentos no les
interesan. Si Carlos Mazón agradece públicamente que el Gobierno de Sánchez se
haya puesto a colaborar desde el minuto uno, los zombis seguirán repitiendo que
el Gobierno central se quitó de en medio. La realidad no les importa. Si
explicas que la máxima autoridad del Estado en una comunidad autónoma no es el
presidente del Gobierno central sino el presidente de esa Comunidad, los zombis
seguirán queriendo devorar a la presa señalada, sin tener en cuenta
competencias ni organigramas. Si Sánchez dice que pone a disposición de
Valencia toda la ayuda que le pidan, los zombis utilizarán esa misma frase como
prueba irrefutable de que Sánchez no quiere ayudar. Si a Sánchez lo agrede un
neonazi, los zombis, que ya han tomado los partidos de derechas, los medios y
la judicatura, lo celebrarán. En ese escenario no había nada que perder
provocando una crisis política, porque la crisis estaba asegurada. Sí hubiera
existido la posibilidad de que el Estado apareciese con mayor eficacia ayudando
a quienes lo necesitaban. Hoy tenemos una crisis política y, lo que es peor,
una crisis en la idea de Estado
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