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La ignorancia puede nutrirse del consumo convulso de
información, pero cuando se alimenta del bulo, ya no es ni ignorancia, sino
claudicación de la facultad de pensar. Nunca hubo tanta información ni,
paradójica pero inevitablemente, tanta ignorancia, y eso en el terreno de la
información veraz, que al consumirse a paletadas, a granel, no cumple con su
objetivo esencial, el de instruir sobre lo que pasa, pero cuando la
información que se recibe es mero producto de mentes vacías, u ociosas, o
enfermas, o malvadas, no sólo no instruye, sino que destruye. El propósito de
la que de éste tipo se está generando masivamente en torno a la DANA que se
ha llevado tantas vidas y tantos bienes, no es otro que el de destruir la
confianza en las instituciones públicas, ya tocadas de suyo por su tardía e
insuficiente respuesta a la calamidad. La información veraz, contrastada, elaborada con
sujeción a la búsqueda de la verdad, aquella a la que, con mejor o peor
fortuna, han entregado su talento y su pericia profesional los periodistas,
también engorda la ignorancia si el que la recibe, como ocurre tantas veces
hoy, no se concede el tiempo necesario para filtrarla, decantarla y
digerirla, esto es, para pensarla, pero ante el bulo avieso y la noticia falsa,
el pensamiento se suicida, pues no hay vida posible en lo que no es. ¿Qué
puede pensarse ante la "información" de que hay centenares de
ahogados en un aparcamiento subterráneo vacío, o de que el Gobierno está
incinerando en secreto miles de cadáveres para ocultar el número de víctimas
de la riada, o de que la Cruz Roja roba todo lo que pilla, o de que los
inmigrantes irregulares que viven en hoteles de lujo salen por las noches a
saquear? No se puede pensar nada, y eso es lo que persigue la llamada desinformación,
la muerte del pensamiento, de la razón. Ese asesinato de la razón que el bulo esparcido en
las redes sociales y aun en la televisión perpetra, lo ejecuta, lógicamente,
en beneficio de la barbarie, de suerte que no entraña excesiva dificultad averiguar
su orígen, que no es otro que el de los sicarios del neofascismo rampante,
aunque de su multiplicación, de su divulgación enloquecida, se encargan más o
menos inocentemente cuantos al recibir esas "informaciones", se las
creen. La información es a la civilidad, en fin, lo que el bulo a la
barbarie, el combustible necesario. La primera busca la inteligencia del
receptor; el segundo la busca para liquidarla. Barro sobre el barro, oprobio
sobre la tragedia y el dolor |
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