El comisionista investigado por el caso Koldo y la trama de los hidrocarburos aporta información interesante al juez pero también un cúmulo de especulaciones delirantes
José Antequera
22/11/2024
Tal como era de esperar, el empresario Víctor de Aldama,
alias El Gominas y presunto conseguidor de la
trama Koldo, ha cantado por soleares. El juez Ismael Moreno lo había puesto a la sombra unos
días, para que aclarara sus ideas, para que reflexionara, para que se
encontrara a sí mismo, y la medicina ha dado resultado. La cárcel es una
terapia infalible. Un par de noches en la celda, a solas con la infinitud de la
soledad, como un monje benedictino, y mano de santo. La terapia nunca falla.
La técnica judicial de encarcelar a un investigado para quebrar su voluntad
tiene cosas buenas (las mentiras se disuelven) y cosas malas, como que la
desesperación y el delirio de tantas noches sin dormir en el duro camastro del
penal llevan a cualquier ser humano a hacer lo que haga falta, incluso a vender
a su madre, para recuperar la libertad. El caso es que Aldama terminó
derrumbándose en la trena y pidió confesor como quien va a pasar a mejor vida
antes del amanecer. Y claro, en estos casos de reos aterrorizados y ansiosos
por pisar la calle, lo que suele ocurrir es que el preso está dispuesto a todo,
a tirar, no de una manta, sino de ciento y una, e incluso a mezclar la realidad
con la fantasía, echándole toda la literatura posible al asunto.
Ayer, Aldama llegó al juzgado deseoso por declarar y disparando contra
todos, contra Pedro Sánchez, contra Begoña Gómez, contra Ábalos, Marlaska, Torres, Ribera, Santos Cerdán y
hasta contra el bedel último mono de Ferraz. Por lo
visto, todo el PSOE estaba en el ajo de sus negocios. Esta historia, sustentada
en la idea fuerza de que aquí hay mierda para todos, canta un tanto. La mayoría
de las cosas que le ha dicho al juez, ya se sabían porque estaban en el sumario
y en los informes de la UCO; las acusaciones
nuevas que aporta, tendrá que probarlas. Pudo haberlo hecho ayer, llevándole el
material a su señoría, y no lo hizo. Habrá que esperar para saber si dice la
verdad o va de farol.
El caso Koldo no solo es grave, sino gravísimo. Quien trate de negarlo es
un loco o un sectario patológico. Aldama contaminó el Ministerio de Transportes como esa garrapata o
parásito que le chupa la sangre al huésped. Ábalos y su asesor, Koldo García,
tienen un problema, ya que constan pruebas documentales de que Soluciones de Gestión, la empresa instrumental bajo
sospecha, era una herramienta de la red para canalizar las comisiones por la
compra de mascarillas en lo peor de la pandemia. Hay facturas, contratos a
dedo, mordidas, coches de lujo, chalés, cosas. Pero tomemos con todas las
reservas la película que este tío Aldama le está contando a su señoría, a la
prensa y a la opinión pública. Es evidente que de todo lo que ha dicho habrá
que creerse la mitad de la mitad (separando el polvo de la paja mental), y
siempre teniendo en cuenta que lo que quede será suficientemente preocupante
para el actual Gobierno de coalición.
Sin duda, de todas las novedades que Aldama le desveló ayer al juez Moreno,
hay unas que se antojan factibles –los sobres en efectivo con 600.000 euros
para Ábalos y Koldo, así como el hartazgo del industrial que, al
sentirse exprimido, llegó a decir eso de “yo no soy el Banco de España, ya os estáis pasando”– y otras
informaciones nada verosímiles. Su relación con el presidente del Gobierno, por
ejemplo. “Sánchez quería conocerme. Me dijo: gracias por lo que estás haciendo,
me tienen informado”, declaró ayer el empresario. La afirmación puede parecer
demoledora, y más sabiendo que El Mundo ha
hecho circular una foto comprometedora entre el premier y
el conseguidor bajo el jocoso titular de “Pedro y Víctor”. Pero si nos
detenemos un momento, más allá del ruido mediático, no es para tanto. Que un
presunto delincuente diga que conoce al jefe del Gobierno no es ninguna
noticia. Este es un país de cuñados donde el que más y el que menos presume de
tener un amigo concejal, alcalde o presidente de algo. Y en cuanto a la
polémica fotografía, qué se puede decir, todo político de hoy está en el álbum
de recuerdos y selfis de media España, tampoco es nada del otro jueves. Más
grave es la imagen de Feijóo con un
narco subido a un yate y aquí no ha pasado nada.
La confesión de Aldama sobre el inquilino de Moncloa y su instantánea de
marras tendrán que venir acompañadas de pruebas concretas, como no puede ser de
otra manera en un Estado de derecho, la primera de ellas cuánto le dio el
presunto paganini al líder socialista, si es que le dio algo. Y ahí lo van a
tener difícil los abogados del pájaro cantarín para demostrar el incremento
patrimonial del premier. Sánchez será lo que se quiera, pero no parece tan
idiota como para aceptar dinero de un tipo al que llaman El Gominas. Y mucho menos quedar con él y con Delcy Rodríguez para cenar y tratar sobre negocios
en Venezuela, tal como también ha declarado el propio
Aldama. Todo suena demasiado cutre, surrealista, cogido con pinzas. En todo
caso, bien haría el presidente del Gobierno en dar las oportunas explicaciones
en sede parlamentaria, y si nos apuran, en presentar una declaración
patrimonial de bienes e incluso en someterse a una cuestión de confianza.
Sobre las supuestas reuniones con Begoña Gómez y Teresa Ribera, más de lo
mismo. Si tuviésemos que meter en la cárcel a cada político que se reúne con un
empresario con un oscuro pasado, no habría prisiones suficientes en este país.
En cuanto al trapicheo de los sobres (15.000 euros del ala para Santos Cerdán y
otros cargos socialistas), ya sabemos lo difícil que resulta demostrarlo. En el
PP cobraba en B hasta el apuntador (con asientos contables firmados por el
tesorero) y todo se ha olvidado ya, hasta el punto de que a día de hoy seguimos
sin saber quién era el misterioso M Punto Rajoy de
los papeles de Bárcenas. Lo de Aldama ha sido una
declaración política, más que judicial, de la que no se ha salvado ni Ribera,
en boca de todos tras el boicot del PP a su candidatura a la Vicepresidencia de
la UE. Qué oportuno todo.
Eso sí, los datos de la instrucción acumulados al día de hoy nos darían
para formularnos la siguiente pregunta: ¿quién fue el genio que hizo el casting, permitiendo que estos trapisondistas, los
Koldo y Aldama, pudieran pulular a su antojo por los pasillos del Ministerio de
Transporte? Ahí sí hay una culpa in vigilando de Sánchez, pero como también la
tenía Espe Aguirre (a la que se le llenó el estanque de
ranas corruptas) y ahí la tienen ustedes a la marquesona, tan fresca como una
lechuga. Sea como fuere, Feijóo ya se ve
en Moncloa tras las últimas revelaciones de Aldama –“estamos ante el caso
Sánchez”, se ha apresurado a decir, invitando a los socios del Gobierno a que
lo traicionen ya y se vayan con él–, pero al gallego habría que decirle aquello
de piano, piano, tranqui, no te excites tron y respira hondo. Porque entre todo
lo que ha escupido Aldama, entre el miedo y la rabia, habrá que trillar mucho
para llegar a la verdad. Hasta le ha dicho al juez que es un espía del CNI, de la CIA y del MI6. Anda ya, fantasmón.
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