¿EN QUÉ MOMENTO SE JODIÓ TODO?
Pedro Luis Angosto 29/11/2024
El único espacio geográfico del mundo en el que existen derechos y
protección social, el único donde el Estado no es un mero policía al servicio
de la oligarquía, el único donde todavía subsiste un mínimo anhelo de justicia redistributiva
es Europa, sobre todo la Europa en donde nosotros vivimos. La educación,
aunque cada vez más ideologizada por los conciertos con la iglesia católica, es
un derecho y un deber hasta los dieciséis años, la sanidad, diezmada también por
las privatizaciones, continúa siendo a duras penas una garantía de esperanza de
vida, la mayoría de las personas mayores o enfermas cobran una pensión, los
parados una prestación por desempleo y en ningún país está permitido el despido
libre sin más, existen leyes que moderan la voracidad de los mercados y se
plantean, sin ejecutarlas, medidas para paliar los efectos de la brutal contaminación propiciada
por la acción humana. En el resto del planeta, incluido Estados Unidos, nada de
esto existe y no sólo que no exista es que ni siquiera se plantea, porque esas
cuestiones quedan al margen del imaginario colectivo, porque el poder de la oligarquía es
tan brutal que ha contaminado el pensamiento de los parias, de los
indocumentados y de los La clase obrera no va al paraíso
España salió de
una cruentísima dictadura por la puerta falsa. Es posible que
tras la muerte del dictador no hubiese otra alternativa dada la correlación de
fuerzas, pero pese a ello, los cambios asumidos por el pueblo español fueron
de tal calibre que en pocos años se pasó de una sociedad timorata atenazada por
el síndrome de Estocolmo del nacional-catolicismo a otra con comportamientos
laicistas, abiertos y generosos. De contar chistes sobre maricones o tullidos
tan típicos de la dictadura, se pasó en un breve espacio de tiempo a tener una
de las legislaciones más avanzadas sobre los derechos de los homosexuales, al
respeto mayoritario por parte de la población a cualquier opción sexual, a
contar con centros donde se dignifica la vida de cualquier persona con otras
capacidades y prestaciones económicas que les permitan desarrollar su vida con
un mínimo de bienestar. De la raquítica sanidad de la dictadura en la que apenas había
medicamentos financiados por la Seguridad Social y en la que la mayoría de la
población tenía que buscar médico mediante igualas al margen del sistema,
pasamos a tener arsenales de medicamentos en nuestros cuartos de baño y acceso
a un médico de cabecera que nos curaba los males menores y nos enviaba a
centros especializados cuando lo eran de más cuidado. De un sistema de
pensiones en el que una parte muy considerable de la población tenía que seguir
trabajando cuando le llegaba la jubilación para poder subsistir, al actual
donde la pensión media es de mil cuatrocientos euros. De una red viaria hasta
1989 que era casi la misma que había en 1936 a una de las más amplias y
eficaces de Europa tanto en número de kilómetros como en gratuidad. De unos
pueblos abandonados y míseros en los que apenas existía el pavimento ni en
muchos casos el agua corriente, a otros donde se recuperó su patrimonio
histórico y se rehabilitaron miles de casas, que luego sería devoradas por la
especulación. ¿En qué momento se jodió todo?
Hay dos taras que vienen condicionando nuestro devenir desde los años
mismos de la transición, cuando no se afrontaron reformas tan necesarias como
la de la estructura del poder económico, en su mayoría nacido durante la
dictadura y con las costumbres propias del régimen, otra, la del Poder
Judicial, que en sus altas esferas sigue ocupado por personas de ideología en
extremo conservadora y muy comprometida con su ideario. La economía franquista
se fundamentaba en una estructura oligárquica a la que se dejaba hacer a su antojo
sin que el Estado fuese capaz, antes, al contrario, de someterla a una praxis
mínimamente cívica. Desde la obra pública que se concedía a dedo a empresas de
familias conchabadas con el régimen, hasta la urbanización de pueblos y
ciudades que se hacía -no hay más que ver los barrios construidos durante
aquellos años y el daño irreparable que sufrieron algunas de las ciudades más
bellas- según los antojos del promotor de turno y respetando siempre la
propiedad de los caciques de cada lugar, de manera que el poder económico
tradicional continuase creciendo y que se propiciasen ganancias siderales a
recién llegados como José Banús. El poder financiero continuó, y continúa
siendo el mismo, y el industrial, hasta la implantación de las grandes
industrias multinacionales, basado en el monopolio y la protección a costa de
los intereses de los súbditos. El monopolio, la protección oficial y la
especulación -nacida con el estraperlo de posguerra- fueron la base económica
de un régimen despótico de salarios misérrimos que obligaron a millones de
españoles a huir a otros países de Europa donde pudiesen comenzar a vivir.
El momento en que comenzó a joderse todo fue cuando con el Gobierno Aznar
se desató la mayor ola especulativa de nuestra reciente historia
En cuanto a la judicatura, la creación de la Audiencia Nacional con los
miembros del antiguo Tribunal de Orden Público, la falta de medios económicos y
el mantenimiento en la cúpula de todas las instancias judiciales de personas
vinculadas al Opus o a otras instituciones reaccionarias, ha permitido tanto la
presencia en ella de jueces como Eloy Velasco, Marchena o García Castellón como
su inacción en casos de flagrantes delitos de guante blanco protagonizados por
políticos y empresarios próximos a su pensamiento, contribuyendo de tal manera
a la subsistencia de un modelo político y económico parasitario y especulador,
lo que no es óbice para que sean miles los jueces de a pie que hacen su trabajo
con la mayor objetividad y entrega posibles.
Teniendo en cuenta estas premisas, el momento en que comenzó a joderse todo
fue cuando con el Gobierno Aznar se desató la mayor ola especulativa de nuestra
reciente historia, cuando toda España era un solar, cuando todos nos podíamos
hacer ricos comprando sobre plano y vendiendo dos meses después al doble,
cuando dejamos de tener un sentido ético de la economía, de la vida en
sociedad, de la política, cuando decidimos que la única finalidad de nuestra
existencia era dar un pelotazo, ganar dinero fácil a raudales, juntarnos con el
marrullero para ver si pillábamos algo, en fin, cuando acordamos que eso de la
ética era un estorbo y que nuestros nuevos dioses eran los más desaprensivos,
los logreros, los conseguidores, los piratas. Ahí empezó todo, y ahí seguimos
cuando el planeta está a punto de sacarnos la tarjeta roja, cada día más
ignorantes, cada día más orgullosos de serlo.
Comentario: Magnifico artículo, no se lo pierdan.
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