No es asumible tener que tragarnos el olor a rancio, clasismo y machismo que sale de las bocas de estos ‘hooligans’ con toga cuando se relajan
GERARDO TECÉ 25/11/2024
Lo peor del golpe de Estado judicial que sufre España no es el bochorno
institucional permanente. Podemos aceptar que exista un ejército de jueces
dispuesto a estirar sin disimulo los más ridículos casos construidos sin
pruebas para castigar a los políticos rojeras en las portadas de los
periódicos. Asumimos con cierta naturalidad que cualquier juez considerará una
chiquillada que un grupo neonazi agreda a la policía o a un presidente del
Gobierno, mientras castigarán con cárcel y penas de terrorismo letras de
canciones o peleas en un bar si suceden en Navarra o Euskadi. A estas alturas,
en las que no esperamos ya que España se proclame campeona del mundo de
democracia, no va a suponernos ningún sobresalto que el novio de la lideresa de
la derecha se destape como un mangante y eso provoque la inmediata imputación
del fiscal que lo investiga. No nos sorprende que haya jueces dispuestos a
imputar sin pruebas a cualquier político de izquierdas al tiempo que no son
capaces de desvelar quién cojones puede ser ese tal Eme Punto Rajoy del que
hablan las pruebas documentales.
Es parte del día a día que la Justicia española permita que sus miembros
más descarados en el noble arte de la prevaricación humedezcan sus togas
inventándose fantasiosos casos de terrorismo contra líderes catalanes o se
salten las leyes procesales para poder colarse en la cama de matrimonio de un
presidente del Gobierno al que odian. Vivimos con cierta naturalidad que jueces
con el mandato caducado prohíban votaciones en el Congreso para intentar
perpetuarse en el cargo, que se manifiesten a las puertas de los juzgados
contra leyes que aún no han sido redactadas, que suelten a violadores para
desestabilizar al Gobierno o que decidan que no van a cumplir la legislación
aprobada por el Poder Legislativo. De verdad que podemos aceptar sin quejarnos
demasiado el hecho de tener una Justicia de tercera división formada por hooligans que
un día soñaron con ser presidentes de algo y que, en lugar de valorar un oficio
tan noble como el de juez, mitigan su frustración defecando diariamente sobre
el prestigio de sus propios tribunales. Todo eso es asumible, llevable e
incluso aceptable, pero no lo es tener que tragarnos el olor a ranciedad,
clasismo y machismo que sale de sus bocas cuando estos hooligans con
toga se relajan.
El actual Gobierno, dijo este juez independiente, es de dudosa legitimidad
Estaba relajado el magistrado de la Audiencia Nacional Eloy Velasco en una
conferencia ante abogados, juristas y directivos de empresas. Tan relajado que,
frente a un público que por algún motivo había pagado entre 300 y 400 euros por
escucharle hablar de Justicia, el tipo decidió hacer política como si estuviera
en su despacho de la Audiencia Nacional a puerta cerrada. El actual Gobierno,
dijo este juez independiente y brillante conferenciante, es de dudosa
legitimidad, ya que los partidos que lo conforman no ganaron las elecciones.
Una reflexión que provocó cierta inquietud en uno de los asistentes al evento
que en su época de instituto aprobó las matemáticas y recientemente leyó en un
foro de internet que en España se gobierna mediante sumas parlamentarias. No se
atrevió, sin embargo, a levantar la mano y preguntar si le podrían devolver el
dinero al no tener claro hasta dónde llega exactamente la jurisdicción de la Audiencia
Nacional. Tras apuntarse a la tesis de la dictadura socialcomunista que sufre
nuestra querida España, el magistrado Eloy Velasco decidió relajarse aún más y
dar rienda suelta a la consiguiente halitosis ideológica, escupiendo desprecios
hacia la exministra Irene Montero. Ministra de Igualdad, mujer, joven y de
izquierdas. Lo tenía todo para creer, pobrecilla, que ser ministra del Gobierno
de España le daba derecho a promover políticas públicas. Nos intentó explicar a
nosotros, los jueces, qué es el consentimiento; a nosotros que llevamos desde
el derecho romano sabiéndolo, dijo un juez Velasco que no es ni machista ni
feminista, sino romano empadronado en pleno centro de Roma.
Tras pedir un receso para que le sirvieran vermú, aceitunas y palillo de
dientes, el juez sacó un rato para lanzar chascarrillos contra Begoña Gómez,
esposa del presidente del Gobierno a la que este encargado de impartir Justicia
con garantías criticó por haber ejercido su legítimo derecho a no declarar. En
su defensa hay que decir que Eloy Velasco demostró una inmensa elegancia y
saber estar al no llamarla Begoño. Chapeau. Y tras Begoña Gómez,
porque las obsesiones de estos servidores públicos nunca viajan solas, de nuevo
Irene Montero. Quizá quien más daño hizo a la Justicia insinuando que estaba
repleta de machistas y de clasistas. Una mujer que nos intentó explicar a
nosotros, jueces hombres hechos y derechos, no sólo qué era el consentimiento,
sino también “mil cosas más que nunca aprenderá desde su cajero de Mercadona”. Los
jueces del mañana, asistentes a la brillante conferencia, deben tomar buena
nota y, sobre todo, agradecer que miembros destacados de la Justicia española
como Eloy Velasco se esmeren en desmentir la existencia de esas trazas de
machismo y clasismo denunciadas por Irene Montero. En dejar claro que estamos
en buenas manos.
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