Jesús Mª Ausín 12/11/2024
Un sol de justicia dictaba sentencia. El calor, asfixiante. El ambiente,
terroso. La falta de humedad, una constante. Los días, muy largos. El
cansancio, interminable y el camino, monótono, largo y extremo.
Llevaban demasiado tiempo en ruta y la paciencia resentida. Las promesas de
una vida llena de lujos, en verdes atardeceres, bajo la sobra de jugosos
frutales tropicales, cada día que pasaba parecía más una trola enorme, una
forma de evitar el motín y que la caravana no se convirtiera en una cuadrilla
de tramperos y bandidos, que una posibilidad real.
El agua, escaseaba. Los días eran largos y duros y los manantiales cada vez
más lejanos. La comida, apenas unos mendrugos de pan duro y media ración de
sardina seca. O unos gramos de cecina o, con suerte, un cuarto de lata de carne
en adobo. Y sin embargo, las malas lenguas decían que los directores de la
caravana, bebían vino por las noches, comían frutas y verduras o pan recién
horneado. Nadie les había visto, pero muchos amaneceres olían a pan recién
cocido, aunque en pleno desierto no había hornos a la vista y apenas leña con
la que hacer fuego. Algo debía haber de verdad, porque, hasta ese momento,
ninguna noche había faltado una hoguera que les diera calor mientras dormían.
Muertos de sed, cansados, polvorientos, asqueados, resabiados y muy, muy
hartos, el malestar crecía conforme iban pasando los días y el paraíso
prometido no llegaba. Cada día alguien se quedaba atrás exhausto al que
abandonaban sin miramientos, según decían, por el bien general y para no
perjudicar a los demás.
Todo se había complicado porque uno de los hijos pequeños de uno de los
mandamases de la tribu, jugando en uno de los descansos, había sido mordido por
una culebra. Le habían sacado el veneno, y el chamán jefe dijo que con unos
días de descanso, se pondría bien. Dos días atrás, habían abandonado a uno de
los sirvientes que ya no era capaz de caminar por sí mismo. Eso soliviantó a
las masas que se quejaban de que las normas no eran iguales para todos.
Pero si algo acabó de reventar la expedición fue el hecho de que uno de los
aguadores, encargado de repartir, acarrear y hacer un uso estricto del agua,
había sido padre. Generalmente, a las nuevas madres, se les dotaba de un
caballo y un carruaje pequeño para que, durante unos meses el viaje fuera más
liviano. Sin embargo, eran tiempos difíciles, los caballos cada día más escasos
y el último que había quedado libre, lo estaban usando para que viajara el hijo
del jefe al que le había picado la culebra.
Al consejo de ancianos, para intentar solventar la situación, y
congraciarse con el populacho, no se les había ocurrido otra cosa que regalar
al nuevo miembro de la tribu uno de los monos que tenía como mascota el hijo
del jefe (el de la culebra). El padre, no pudo más. No sólo su mujer no podía
descansar, sino que encima le castigaban con una boca más que alimentar porque
el mono no venía con compensación alimenticia. Si era una broma, era de mal
gusto.
Al atardecer, un grupo se amotinó cogiendo las riendas de los carros con
las cubas del agua, los víveres y los caballos.
La sorpresa llegó cuando, además de las sardinas en salazón, las latas de
carne y la cecina, había un carro con un horno portátil, varios carros con
harina y uno con gallinas que ponían huevos. Y ocultos, también varios carros
con pienso para los animales.
¡Y, sin embargo, habían estado pasando hambre y sed todo ese tiempo, con la
promesa de un mundo futuro lleno de manjares!
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Ya están aquii...
Hace unos días, en un partido de fútbol en Holanda, los colonos, que no
sionistas, que se han adueñado de Palestina, rompían miserablemente el minuto
de silencio por las víctimas de la DANA en Valencia, con sonoros pitidos y
cánticos. Antes, ya la habían liado en las calles, encaramándose en balcones en
los que había banderas palestinas y batiéndose a garrotazos con todo aquel que
tuviera rasgos árabes. Pues bien, el Ministerio de Exteriores que preside el
monaguillo Albares, emitió al día siguiente una nota de protesta, ¿para afear a
los israelíes su conducta? No, amigos, para afearnos a todos los demás nuestro
supuesto comportamiento antisemita.
Esto, que no deja de ser una anécdota de mal gusto, muestra sin embargo,
claramente el rumbo que ha tomado la política mundial. Dinamitados todos los
principios legales, se augura un futuro negro. Un futuro en el que todo el poder estará en manos de los fascistas por incomparecencia
de la izquierda. Hemos llegado a un grado de degradación tal que lo
que hace setenta años era centro de derecha, ahora se considera con ningún
criterio, comunismo y la derecha extrema, centro.
Resulta altamente significativo que Trump haya vuelto a ganar la
presidencia de USA, aun habiendo sido votado por tres millones menos de
usanianos que hace cinco años. Lo es bastante más que a Kamala aún le hayan
votado menos que al senil de Biden. Bastantes menos. Unos once millones de
votantes demócratas se quedaron en casa (fuente BBC-wikipèdia).
Y es que la supuesta izquierda posmodernista (y hay que fijarse
en que Trump decía que Kamala era comunista y que aquí la izquierda es el PSOE,
ese que ha mandado el sábado a la policía Valencia y no para quitar barro, sino
para dar palos, y lo que queda de los posmowokes de Yolidatos), que ha centrado sus soluciones políticas en el sexo de los ángeles
olvidando que la gente no tiene para comer, que cada día tiene más dificultades
para llegar a fin de mes, que no tiene casa dónde vivir y que sobre todo, no
hay futuro. Y sin futuro, todo lo demás no importa. Y cuando, una
tras otra, elección, tras elección se ganan los votos a base de “que viene la
derecha” y la gente se da cuenta de que no hace falta que venga la derecha,
porque la supuesta izquierda ya gobierna como si lo hiciera el peor de los
fascistas, el pueblo acaba aborreciendo la política, quedándose en casa el día
de las elecciones o lo que es peor, depositando su voto a mamarrachos como
Alpiste o Abascal. Luego llegan las DANAS, los abuelos dejados morir como
perros, los atentados en trenes, los accidentes de Alvia, los Yak.42, los
accidentes de metro en Valencia, los incendios forestales de Zamora, etc. y los
lloros. Luego llegan los lamentos porque no votamos. Porque no queremos seguir
con esta purria de juego en el que siempre nos toca perder y unos pocos,
siempre los mismos, siempre, siempre acaban ganando.
Hemos permitido crear un sistema neofeudal, dónde el poder
judicial es el nuevo sheriff de Nothingan, los Juan sin tierra están en todo el
arco político y hasta borbonia se ha permitido el lujo de volver a trolear al
pueblo, ahora en Catarroja como ya había ocurrido en Madrid hace unos años un
23 de febrero.
Vivimos en un estado dónde la prensa se ha convertido en
los correveidiles de los políticos. Dejando a la gente en la
desinformación más absoluta porque ya nadie sabe lo que es verdad o mentira,
las noticias son las declaraciones de los políticos de turno y para colmo,
ahora nos quieren dejar sin redes sociales porque son las únicas que les hacen
daño. ¿Qué hay bulos? Claro. Y, ¿en la prensa, no?
Como decían en Poltegeist, “ya están aquiiiiii....” y, por incomparecencia
de la izquierda, han venido para quedarse.
Salud, república y más escuelas.
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