Procuro leer siempre los artículos de Cristina Fallarás –pocos se me escapan- pero, mucho cuidado Cristina, porque no hay que pasarse de rosca, y como he señalado en otro artículo hoy mismo, ¡no todo el monte es orégano! La mayoría de los hombres somos decentes y respetuosos con todas las mujeres y con todas las niñas y niños. La pederastia y otras deformaciones humanas está más arraigada en la Iglesia Católica y ahí es donde, principalmente, aunque no solamente, hay que combatirla. Por cierto, lo de Errejón hay que verlo despacio, sin ánimo de contradecir a ninguna parte, las contradicciones en justicia aclaran muchas causas, querida Cristina, no lo olvides. Y en este caso, se está escuchando a la “victima” en todos los medios a pesar de no ser ningún personaje de renombre. Te lo dice quien no es en absoluto machista ni antifeminista, aunque, ciertamente, muy apasionado, con decencia, por supuesto, de la femineidad.
Cristina Fallarás 21/11/2024
No se han parado a leer los testimonios de las mujeres. No se han interesado por el insoportable número de mujeres que cuentan cómo, de niñas, su abuelo, su padrastro, su padre, su tío o su hermano les tocaban los genitales. No se han interesado por los miles de mujeres que se han sentido paralizadas por el miedo, en shock, ante la agresión sexual de un amigo, de una pandilla, de su monitor o su profesor. No se han detenido a leer a todas, una barbaridad de mujeres que relatan cómo el médico o el enfermero aprovechó su autoridad y la confianza de ellas para agredirlas. No han prestado atención a los miles de mujeres que cuentan cómo las agresiones sexuales que vivimos les han destrozado la vida, y las de sus hijas e hijos.
Se critica el método, se difunden amenazas, se inventan debates bizantinos,
se retuerce cualquier argumento idiota... todo menos escuchar, leer a las
mujeres que le han echado valor, porque hace falta muchísima valentía, para
narrar las agresiones sufridas. Me tiene pasmada cómo han aparecido aquí y allá
debates inanes sobre si las redes o el anonimato son buenos, malos o
mediopensionistas y en cambio nadie está analizando, difundiendo, incluso
debatiendo (si es eso lo que les gusta) que la mayoría de las mujeres que
relatan la violencia sexual la vivieron de niñas. La inmensa mayoría.
Ah, pero el problema es el método. Cobardes, eso es lo que son. Cobardes
que optan por la ceguera. Mirar o no mirar, escuchar o no escuchar. Ahí
reside todo. Escuchar a las víctimas, a las mujeres, es un acto de voluntad.
Decides hacerlo o decides no hacerlo. Pero has de saber que, si decides no
mirarlo, en ese acto va implícita tu participación.
Ahora ya no pueden decir que no lo sabían, que no tienen datos, que cómo
iban a imaginarlo... Ahora solo pueden decir que no les gusta que las mujeres
narremos lo que nos han hecho. Así de simple. Y, al no mirarlo, al no prestar
atención a los testimonios, dejan en evidencia que lo que les molesta no es que
nos agredan sexualmente de forma habitual, eso les trae sin cuidado, porque si
no, estarían interesándose por todo lo que estamos relatando. Lo que de verdad
les molesta es que lo estemos contando.
Y sin embargo, de repente, un día, cuando le sale de la punta, aparece
Íñigo Errejón y dice solamente dos palabritas: "denuncia falsa"... y
el mensaje cunde y lo ocupa todo. No hay más que añadir.
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