Cristina Fallarás 28/11/2024
Las palabras se eligen. No es lo mismo decir tetas que pechos, testículos
que pelotas. Cargamos con una vida entera, cada una la suya, repleta de
palabras que a veces parecen sinónimos y nunca lo son. Son historia, tradición,
territorio, familia, educación, economía. Las palabras que elegimos
retratan nuestra intimidad, también la que había en la casa de nuestra infancia,
y la que más tarde elegimos cuando partimos de allí. Nuestras
palabras son armas y escudos, ropajes y desnudez, caricia y zarpazo. Después
está la pericia que cada persona tenga a la hora de usarlas, la intención o lo
contrario. La dejadez en el lenguaje tiene frutos sintácticamente pochos, y sin
embargo cada palabra, incluso en caso de pereza o negligencia, cumple su
función.
Hace ya casi dos semanas que Íñigo Errejón usó
las palabras "denuncia" y "falsa". Desde entonces no he
dejado de darle vueltas a sus razones. Parto de la base de que no hubo torpeza.
La suma de Errejón más la abogada que lo asiste invalida tal posibilidad. A dos cabezas pensantes no se les escapa un "denuncia
falsa", de ninguna manera. Un hombre que se erigió como
defensor del feminismo, arquetipo de una "nueva" izquierda
"comprometida" con valores humanos como la salud mental y las
condiciones de vida, la calidad de nuestro tiempo y similares; un hombre que
llegó a afirmar públicamente con rotundidad que las denuncias falsas "no
existen"; ese tipo de hombre no comete errores en su primera declaración
pública después de ser acusado de agresión sexual por una actriz. Todo está medido, todo calculado, nada es fruto de un arrebato en
caliente.
Por eso le doy vueltas. ¿Qué hace Errejón utilizando las palabras
"denuncia falsa"? Él y su letrada saben perfectamente lo que ese paso
va a provocar. Saben que, usando esas palabras, el
Errejón de ahora le da un puñetazo en toda la jeta al Errejón de entonces.
Se convierte en la cruz de esa cara. Se ofrece, además, como carne de meme,
befa, monumento a la incoherencia. Pero lo hace a sabiendas.
Imagino al político y a su abogada redactando la nota que comunicarán a la
opinión pública, discutiendo qué decir, cómo y cuándo hacerlo. Y resulta que,
después de mucho pensar, toman la decisión de proclamar a los cuatro vientos
dos palabras: "denuncia falsa".
Podrían, desde luego, haber utilizado otros términos que significaran lo
mismo pero que no lo metieran de lleno en el barro de los negacionistas de la
violencia machista. Incluso siendo esa su línea de defensa, que la acusadora
miente, no tenían por qué utilizar "denuncia falsa". "Denuncia
falsa" es como la medalla en el pecho del señoro,
la boina del machirulo ignorante, la gomina de un tertuliano torpe. Ah, pero es
exactamente eso lo que decide hacer Errejón, situarse, eligiendo claramente las
armas, en el extremo más burdo del machismo patrio. Hum
Comentario: Leo todo lo que
publica Cristina Fallarás porque, sencillamente, me parecen muy interesantes
sus opiniones sobre todo lo que opina, generalmente, sobre el feminismo que es
su fuerte. Pero en esta ocasión, siento mucho no estar totalmente de acuerdo
con ella. Me explico: Claro que puede ser falsa una denuncia, las hay por miles
que lo son. Aunque, en el caso de Errejón no lo sea y, por supuesto, haya que
esperar a que se pronuncie la justicia. Errejón no es de mis simpatías, pero,
como cualquier persona, tiene derecho, todo el derecho, a la presunción de
inocencia y a expresar lo que crea conveniente para sus intereses. Y, por
cierto, Cristina, en el caso que nos ocupa hay detalles -por lo poco que
sabemos- que son difíciles de “desayunar”, como es eso de que se fue la
denunciante a su casa con él después de, presuntos, “intentos” de abuso donde
estaban antes. Y, muy clarito, Cristina: Hay infinidad de casos en todo el
mundo en el que muchas mujeres hacen denuncias falsas para poner de su lado las
sentencias judiciales sobre sus divorcios o separaciones. No todas las mujeres
de este mundo son “Hijas de la verdad”, las hay -y muchas- que son muy
“callejeras” y se aprovechan del momento del feminismo para eso, para “callejear”.
Ni
que decir tiene, vayan por delante todos mis mayores respetos por todas las
mujeres que sufren esa mierda de MACHISMO que prolifera hoy día.
Ángel
Morillo. “La Demagogia del Alacrán”.
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