Este bandido con ADN de "asesino" demuestra lo podrida que está la sociedad americana habiéndolo votado. Aunque, eso sí, la mitad de los ciudadanos con derecho a voto no ha querido saber nada de ninguno de los candidatos. ¿Será que son casi lo mismo? El problema es: ¿cuántos bandidos hay en ese país que presume de ser el Imperio del mundo actual? ¡¡¡Chicago, año 2024!!!
JOSÉ ANTONIO GÓMEZ 12/11/2024
El gran problema que tiene Donald Trump es que tiene currículo en la Casa Blanca y, en consecuencia, sus hechos del pasado son los que le marcarán la agenda del próximo mandato
Tal y como se ha analizado en Diario16+ a lo largo de los años, los hechos demuestran que Donald Trump es el mayor charlatán de la historia de la política mundial que ha conseguido embaucar a la clase trabajadora bajo una falsa imagen de rebeldía contra el establishment.
No se trata de apreciaciones o análisis políticos, sino de los hechos que
perpetró durante su primer mandato que, finalmente, demuestran que está muy
alejado de esa imagen de hombre que va a destruir el sistema.
Durante la campaña, tanto Trump como su subalterno J.D. Vance han estado afirmando que su programa de
gobierno está basado en la presunta priorización de la clase trabajadora y
prometiendo una supuesta protección a los estadounidenses frente a los
extranjeros, la devolución de industrias deslocalizadas y el apoyo a las zonas
rurales. Los hechos demuestran que esto es falso antes, incluso, de que jure su
cargo el próximo mes de enero.
No hay más que ver el hecho de que la propia actividad de la empresa de medios de Trump tiene deslocalizada su actividad en países de los Balcanes y en México, tal y como
ha revelado ProPublica a través de
documentación interna de la compañía.
Por ejemplo, en base a los intereses de su familia, sobre todo de su
yerno Jared Kushner, Trump intentó durante su
Presidencia elevar el precio de los alquileres a
más de 4 millones de familias de bajos ingresos, muchas de ellas ancianas o con
discapacidad.
También propuso recortar las prestaciones por
discapacidad de más de 250.000 niños de familias en situación
de extrema vulnerabilidad con el argumento de que alguien más en su familia ya
estaba recibiendo otro tipo de subvenciones. Intentó imponer un requisito de
que los padres pobres cooperaran con la aplicación de la manutención infantil,
incluso haciendo que las madres solteras revelaran su historial sexual, antes
de que ellas y sus hijos pudieran recibir asistencia alimentaria.
Intentó promulgar una ley que permitiera a los empresarios quedarse con las propinas de los trabajadores y
promulgó una norma que negaba el pago de horas extras a millones de
trabajadores con salarios bajos si ganaban más de 35.568 dólares al año.
Este es el sujeto que dice defender a la clase trabajadora. El problema no
es que lo diga, lo grave es que ha embaucado a decenas de millones de personas
que se han creído el argumento del trilero y se han tragado los faroles del
tahúr. Hay que insistir, son hechos.
En su primer gobierno, Trump impulsó una agenda diseñada para recortar los programas de salud, alimentación, vivienda y las
protecciones laborales para los estadounidenses de clase
trabajadora.
Durante sus dos primeros años en el cargo, tuvo el control del Congreso y del Senado, pero utilizó
sus únicas posibilidades de reconciliación presupuestaria (proyectos de ley de
presupuesto anuales que no pueden ser obstruidos por el partido opositor) para
recortar los impuestos a los ricos y tratar de derogar el programa Obamacare.
Tras su contundente victoria de hace una semana, Trump y sus fanáticos
aliados parecen estar decididos a no dejar nada al azar. Los líderes
republicanos en el Congreso, promocionados y financiados por grandes fortunas y
corporaciones, no han dudado en afirmar que esta vez, con la mayoría en
ambas cámaras, utilizarán sus proyectos de ley de presupuestarios para
combinar bajadas radicales de impuestos con recortes agresivos al gasto
social. Mientras tanto, Trump propondrá nuevas regulaciones para que
las impugnaciones legales tengan la oportunidad de ser escuchadas ante un
Tribunal Supremo con una sólida mayoría ultraconservadora que él creó.
Esto significará que recortará en miles de millones el Programa de Seguro Médico para Niños, revocará la
elegibilidad de casi un millón de niños para almuerzos escolares gratuitos,
congelará todo tipo de becas para estudiantes universitarios de bajos ingresos,
revisará y recortará de manera radical el Programa de Asistencia
Nutricional Suplementaria, conocido comúnmente como cupones de alimentos,
eliminará programas diseñados para aumentar la oferta y la inversión en
viviendas asequibles en comunidades de bajos ingresos.
También eliminará un programa federal que sirve a las familias de bajos
ingresos como suplemento para evitar cortes de electricidad y que, en invierno,
sobre todo en las zonas más frías del país donde se alcanzan los 20 grados bajo
cero de manera recurrente, las familias vulnerables puedan calentar su casa.
Por otro lado, la nueva administración Trump recortará la financiación para
programas de capacitación laboral y restringirá los derechos de
negociación colectiva de los sindicatos. Nada nuevo si se tiene
en cuenta, por ejemplo, la amistad que une a la familia Trump con los
principales accionistas de los grandes bancos y empresas estadounidenses que en
los últimos años han tenido un crecimiento exponencial de conflictos con sus
trabajadores.
Nada de esto son hipótesis, son todas las cosas que Trump dejó sin
terminar durante su primer mandato, proyectos que quedaron en un
cajón pero que ya estaban redactados. Por otro lado, no hay más que ver la
parte dedicada a políticas sociales del Proyecto 2025 para
comprender que los trabajadores estadounidenses se enfrentarán a un escenario
similar al Armagedón. En concreto, el documento de la Heritage Foundation
señala que para que América sea grande, necesita de enormes rebajas impositivas para los ricos que tienen
que ir acompañadas de recortes salvajes de los
programas de seguridad social.
Donald Trump no era un desconocido, ya había lanzado la mayor ofensiva
contra la clase trabajadora de toda la historia de los Estados Unidos. Ni Ronald Reagan llegó a tanto. Sin embargo, los
trabajadores le han votado. ¿Son idiotas? ¿Son fanáticos? ¿Son todos unos
fascistas? No, no lo son. El problema es mucho más profundo y los políticos
siguen silbando en busca de las migajas de los realmente poderosos.
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