Con ese Feijóo, amigo de narcotraficantes, no sólo tiene que acabar la ira de los valencianos, sino la ira de todos los españoles que tengan un poquito de “vergüenza torera”.
Cada día que pasa, el líder del PP se hunde un poco más en su estrategia de sostener a un cadáver político como Carlos Mazón
José Antequera
19/11/2024
Feijóo ha decidido unir su destino al
de Carlos Mazón, ese señor que estaba de largas comidas
con una amiga, en lugar de en el puesto de mando, la trágica tarde del 29-O, cuando la provincia de Valencia entera quedó arrasada por una riada que
fue más bien un tsunami. La estrategia del líder del Partido Popular no puede ser más descabellada. En
lugar de dejar caer al incompetente, al negligente, al torpe, coge unas bridas
y se amarra al palo mayor junto al capitán botarate. ¿Quién está mal
aconsejando al gallego, acaso no tiene gente sensata a su alrededor que le
avise de que está dando palos de ciego no solo en España, sino en Europa, donde ha
organizado una maniobra delirante para acabar con la ministra Ribera? Es evidente que Feijóo ya no le hace caso al
bueno de Borja Sémper (el presunto moderao), y ya funciona a su aire, tomando decisiones
llevadas por el impulso más que por la lógica y la templanza, cualidades que
deberían adornar a todo candidato a estadista.
En Génova hay máxima preocupación por los pasos
titubeantes que está dando el jefe. Nadie se explica a qué santo viene sostener
tanto y durante tanto tiempo a Mazón. Podría entenderse esta defensa numantina
de su barón valenciano por la amistad forjada entre ambos personajes, pero no
tiene demasiado sentido. En política no hay amigos, y menos en el Partido
Popular. Luego estaría la hipótesis de que Mazón sabe cosas de Feijóo que este no quiere que
se aireen, no tanto asuntos personales como de funcionamiento interno del
partido. Esa suposición, la de la amenaza o chantaje, la de la manta de la que
Mazón puede tirar, tiene algo más de fuerza que la anterior. A fin de cuentas,
si Feijóo deja caer a su delfín no pasarán ni cinco minutos sin que empiecen a
circular dosieres y en ese juego socio la sombra de Ayuso/MAR es alargada. No le conviene al jefe de
la oposición y por eso está dejando que el molt honorable president se
cueza en su propia salsa. El miedo a que el partido implosione por dentro, tal
como le ocurrió a Pablo Casado cuando decidió
dar el decisivo paso adelante y denunciar la corrupción del ayusismo, podría
estar detrás de ese incomprensible esfuerzo de Feijóo por salvar al soldado Ryan Mazón.
Pero tampoco olvidemos una tercera posibilidad o conjetura: que el cargo le
venga grande a Alberto Núñez Feijóo, el hombre que pudo ser presidente del
Gobierno, pero no quiso. El golpe de la Dana ha sido tan fuerte para el líder
popular que ha quedado sobrepasado por los acontecimientos, noqueado. Hace solo
un mes, el dirigente pepero se las prometía muy felices. Con la corriente
favorable en las encuestas, con los casos de corrupción del sanchismo asomando
en el horizonte y con Errejón cambiando
el acta de diputado por una cita con el psicoanalista para tratarse su
“subjetividad tóxica” producto del sistema neoliberal que lo corroe todo, la
cosa apuntaba a que el dirigente conservador tenía el camino libre y expedito
hacia el poder. Hoy todo ha cambiado de la noche a la mañana. Feijóo vive su
particular dramón en plan Lo que el viento se llevó,
en este caso lo que el agua se llevó, y el candidato no solo ha embarrancado en
el barro de la pobre y arrasada L’Horta Sud, sino
que ve cómo Moncloa, que tenía al alcance de la
mano, se le aleja vertiginosamente y por momentos.
Ayer mismo, el CIS aportaba
datos interesantes sobre intención de voto tras la monumental riada. Siempre teniendo en cuenta que Tezanos es Tezanos y que hay que creerse la mitad
de la mitad de sus arriesgados análisis, los encuestadores revelan que un 34,2
por ciento de los españoles votarían hoy al PSOE frente a
un 29,3 al PP. Hay brisa socialista favorable, y los populares lo saben. De ahí
que hayan sonado las alertas rojas en el cuartel genovés (esas que a los
prebostes populares no les gusta decretar por miedo a que los llamen
alarmistas, intervencionistas, bolcheviques o derechita cobarde) y los asesores
se han puesto a encargar sondeos demoscópicos como si no hubiese un mañana.
Canguelo en el PP, con haberlo, lo hay. La gran manifestación en la que 130.000
personas pidieron la dimisión del president, en la
calle y a pleno pulmón, debe ser un serio aviso para las huestes populares. La
Comunitat tiene censados más de 5,3 millones de habitantes sin los cuales el PP
no puede ganar unas elecciones generales. Y no parece que, hoy por hoy, Carlos
Mazón despierte demasiado entusiasmo e ilusión entre los valencianos. Más bien
al contrario: no lo cosieron a gorrazos el día de la revuelta popular de Paiporta porque se escondió detrás del rey.
Es obvio que Feijóo se está hundiendo en su descabellada teoría de la
conspiración consistente en que Ribera tiene la culpa de todo, incluso de que
Mazón estuviese de comidas en el Ventorro aquella
tarde fatídica. Pero pasados veinte días, los populares empiezan a despertar
del delirio, del shock (el mismo que les atenazó cuando lo del 11M) y empiezan a hacer autocrítica. Ayer mismo, el
propio Feijóo lanzaba algunos darditos envenenados al máximo responsable de la
Generalitat (para que no vuelva a fallar) y se preguntaba en público como puede
ser verdad que, ante el cambio climático, Sánchez no esté
haciendo nada para combatirlo. Ya empiezan a pasar por el aro ecologista. Algo
es algo, aunque el nuevo discurso suelte un cierto tufo a contradicción e
incoherencia que tira para atrás. Se han pasado años despreciando los informes
del panel de expertos de la ONU y ahora
empiezan a entender que, o están con la realidad y con el sufrimiento de la
gente que ha perdido a sus familiares y sus casas (abandonando el negacionismo
conspiranoico), o más pronto que tarde el votante los jubilará en las urnas.
Qué viejo queda ahora aquel rancio discurso sobre el primo catedrático de Rajoy que se mofaba del cambio climático. O esos
chistes de Abascal sobre el oscuro
complot de la secta ecologeta global, que en el PP han comprado tan
alegremente. La “alerta roja” suena en los pasillos genoveses. Mayday, mayday. Cuidadín con la tontería, que Feijóo
puede perder la Moncloa
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