¿RADICALISMOS?
Mi
familia, que son los que ejercen de censores de mis escritos, los que cortan lo
que consideran “muy fuerte”, me dicen con frecuencia: ¡Papá!, no seas radical;
ni tan inflexible y drástico. Y tienen razón la mayoría de las veces, pero, en
ocasiones, no queda otra que serlo si se quieren decir las verdades; o callar y
otorgar, a lo que no estoy dispuesto.
Cierto
que, a decir verdades que son casi axiomáticas, algunos, en ocasiones –quizás
por conciencia errónea-, llaman ¡radicalismos!, y se alegran mucho con esta o
aquella opinión vertida que consideran fuera de contexto. Se frotan las manos
porque ello les ayuda en su dominación de las clases humildes, analfabetas (mi
abuelo Antonio, un hombre sabio y cabal, decía: “porque saben leer y escribir
se piensan que no son analfabetos”), desinformadas, trabajadoras sin formación
(en España, al parecer, 13 millones), interesados (principalmente la sinecura
sindical –casi todos los sindicalistas- y los laborales sumisos de las
Administraciones), y, cómo no, de los necios del amén, entre otros colectivos.
Y al leer –si leen algo más que no sea la “Biblia” de postulados
antidemocráticos, caciquiles y de abusos en todos los órdenes para pisar
cabezas y llegar a la cima del organigrama de su partido- presuman, en
contraposición, de ese falso equilibrio emocional que entienden por moderación y
que tan buenos resultados les proporcionan entre las gente conformistas, faltas
de ilusión, acomodadas y los que, de algún modo, se benefician, como lo hacían
antes con Franco, de una Democracia que no se debería llamar así puesto que
protege –y no juzga- a ricos y banqueros en detrimento de las clases
trabajadoras. Clases éstas, por cierto y para colmo, que, con esta crisis
producto de la avaricia (ya se sabe, la avaricia rompe el saco), les tienen que
“prestar” (regalar es muy radical) su dinero a esta bandada de cuervos de las
finanzas para que sigan disfrutando del “latrocinio de corbata de seda” que el
Gobierno de turno les permite.
Claro
que… hasta que, obviamente, llegue la otra crisis (me van a llamar agorero,
seguro), la peligrosa por excelencia, la crisis política: Demasiados
parlamentos, demasiados políticos para tan pocos habitantes y, lo que es peor,
demasiados políticos (sindicalistas incluidos) “llenándose” los bolsillos
dentro de la impunidad de la legalizada ilegalidad moral y laboral, pues,
además de las mil y una regalías materiales, se ponen los sueldos –más de uno,
en algunos casos- y dietas que quieren y se los suben cuando quieren, de tal
modo que el IPC, aún manipulado, les resbala; sin que se les haya ocurrido en
más de 30 años establecer la más mínima norma de control que no sea el
demagógico acuerdo de, por la crisis (que a ellos, obviamente, no les afecta),
congelarse un salario que supera, en el peor de los casos, tres o cuatro veces
el medio de los trabajadores.
En
fin…, decir cosas –criticar- referidas a cualquier nefasta actuación política
–que ocurre, por desgracia, a diario-, para los que mandan, son radicalismos o
radicalidades. Y me considerarán radical, intransigente, intolerante,
inflexible, si, de los algo más de 30 años que llevamos de “Democracia”, digo,
por ejemplo, esto: “Democracia” que, si bien ha traído una cierta modernización
al País, es más cierto que también nos ha obsequiado con impuestos abusivos -no
a todos, entre los ricos nueve de cada diez no los pagan-, y muchos, muchos
impuestos e innumerables tasas (¿qué servicio recibimos que no las tenga?); con
una explotación descarada de los trabajadores por un empresariado –no todo- sin
la más mínima sensibilidad y el más mínimo decoro en su afán de enriquecerse con
el sudor ajeno mediante salarios miserables, contratos basura, condiciones de
trabajo que rozan el esclavismos en algunos casos y provocan siniestralidad
laboral sin precedentes, pérdida de los derechos más básicos como un plus de
peligrosidad o de festivo o nocturnidad;
con injusticias e indefensión; con inseguridad; con un número
considerable de politicastros en todas las Administraciones –las muchas,
demasiadas Administraciones, con que cuenta el País atiborradas de Altos
Cargos, personal de confianza, asesores, etc.-; con violencia de género; con violencia en la calle (en muchas
ciudades, no sólo las grandes, hay mafias que tienen sembrado el pánico ante la
impasibilidad policial, no digamos ya en la costa mediterránea que ha quedado
bautizada con “la costa nostra”); con violencia en el ocio (cualquiera pisa una
discoteca); CON FALTA TOTAL DE EDUCACIÓN Y COMPORTAMIENTO CÍVICO; con no sé
cuantas crisis, todas producidas por los mismos y todas en perjuicio de los
mismos como ésta de ahora; con…; amén de con otras lindezas para hacer más
llevadera la convivencia, la paz y la amistad entre las personas.
¡Pero
me da igual!
02-03-09
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